Hace rato que venía rodando por los círculos financieros que del fulano banco estatal se desprendían olores más bien hedores que denunciaban que algo estaba podrido en esas bóvedas bancarias
SIMÓN BOCCANEGRA/TalCualDigital
Por fin estalló el escándalo del Bandes.
Hace rato que venía rodando por los círculos financieros que del fulano banco estatal se desprendían olores más bien hedores que denunciaban que algo estaba podrido en esas bóvedas bancarias.
A raíz del nombramiento de la señora Edmée Betancourt como presidenta del Banco Central se destapó la cañería.
Ella viene de ejercer la presidencia del Bandes justo en el periodo en el cual se produjeron los guisos. Hasta ahora no aparece la señora Betancourt como implicada en ellos, pero es obvio que algunas explicaciones tendrá que dar sobre el negocito que algunas señoras y señores ligados al banco hacían comprando bonos de una firma de corretaje gringa asociada al business y revendiéndolos el mismo día al Bandes por sumas varias veces mayores a las de la adquisición, de las cuales un porcentaje iba a parar a cuentas particulares en Suiza.
Redondo y facilito. La persona del Bandes que fungía de operadora en los trajines era la vicepresidenta, de modo que la novel presidenta del Banco Central es imposible que no haya percibido nada de lo que se tramaba a sus espaldas para pensar lo mejor y no lo que tal vez sea más exacto: ante sus narices.
De modo que valdría la pena que antes de remacharla en el nuevo cargo se investigara el caso para ver si le cabe alguna responsabilidad. Sería el colmo que la presidenta de un banco donde se produce un robo multimillonario de dineros públicos, aun en el supuesto de que no esté implicada, salte de allí hasta la posición cimera de la banca nacional. Por cierto, no fue aquí donde se descubrió el asunto sino en Nueva York.
Si por nuestras autoridades fuera, el caso Bandes correría la misma suerte de tantos otros: la más desvergonzada impunidad.
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