Por: Fernando Rodríguez/TalCual
Como ha recordado Fernando Mires en uno de sus agudos artículos que publica Tal Cual, los diálogos más que un acto de generosidad de una o las dos partes que se lo proponen son una manera de solucionar un conflicto por una negociación pacífica conveniente para ambas.
Las negociaciones entre las FARC y Santos son una manera de ofrecerles a los insurrectos una rendición honorable que no la derrota militar y para el Presidente colombiano la posibilidad de gobernar un país pacificado y los laureles del pacificador. Colombia, por supuesto, gana.
Tal perspectiva resulta mucho más realista para pensar y si fuese necesario propiciar un diálogo en Venezuela que ponga cese a la muy dañina polarización de tres lustros. Ahora bien los motivos mayores que propician esta eventualidad son, sin duda, la terrible crisis económica en que ya estamos envueltos, la desmesura de la criminalidad que nos azota y la reiterada opinión de una amplia mayoría de los venezolanos que está hastiada de violencia política, como lo manifiestan las encuestas desde hace mucho tiempo.
Es obvio que el gobierno necesita una base más amplia y menos conflictos políticos y sociales para atravesar la dura prueba de la crisis que, repetimos, ya está aquí: en los anaqueles vacíos, la inflación más alta del mundo, la precariedad de las divisas, la producción endógena en estado comatoso, la falta de inversiones nacionales e internacionales…
Sobre la delincuencia baste recordar los espantosos números del año pasado para saber el inclemente sufrimiento, el dolor y el miedo, a que es sometido cotidianamente el venezolano y la necesidad de instrumentar alguna política de Estado, distinta a las veintidós fracasadas, para detener el Horror.
Resulta claro que sería absurdo pedirle a la oposición que venga con las manos en alto, ahora que crujen los soportes básicos del país, a compartir las culpas de 15 años de mal gobierno y de políticas que siempre criticó, y a asumir paritariamente los costos que necesariamente habrá que pagar. Porque aun en el mejor de los casos, si se hicieran los ajustes económicos pertinentes y se tratara sensatamente de enderezar la nave, un prolongado período de durezas, de medidas poco amables, impopulares, nos espera.
No digamos si se quiere perseverar en las viejas y flagrantemente equivocadas políticas, lo cual nos conduciría en plazos breves al fondo del abismo. Algo parecido sucede con la delincuencia desatada, tiempo y tesón serán necesarios para aminorar las dimensiones del problema, gradualmente. De manera que el gobierno no debe pensar que una Oposición que siempre despreció en tiempo de vacas gordas se convierta ahora en pasiva comparsa que se limite a acompañar sus mandatos.
Si realmente esa convocatoria fuese seria el gobierno tendría que ofrecer un conjunto de correcciones en no pocos ámbitos. Pero para no hacer un listado muy largo y probablemente arbitrario se podría decir que de lo que se trata es simplemente de reponer la literalidad de la Constitución vigente, elaborada por el chavismo, desde la separación de poderes al respeto a los entes descentralizados o la reconstitución del Poder Judicial para citar algunos ejemplos. Y, también como ésta lo señala, permitir el desarrollo del sector productivo privado, lo que implica darle garantías, apoyo y respeto. Lo que hacen los brasileños y chilenos de izquierda. Lo que hasta Cuba está tratando de inventar desde cero y después de un calvario de medio siglo.
Si esto fuese imaginable ganaría no la MUD ni Nicolás Maduro sino Venezuela.
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