Por: Fernando Rodríguez/TalCual
Quien esto escribe ha pasado varias décadas diciendo que la televisión venezolana es esencialmente basura. Creo que después que leí, en los sesenta, Comunicación y cultura de masas en Venezuela de Antonio Pasquali, uno de nuestros libros fundamentales.
Que la responsabilidad de la TV es enorme no sólo por no haber atendido mínimamente, por el contrario pervertido, el desarrollo de la conciencia cultural y cívica de los venezolanos, habiendo sido el instrumento más idóneo para enaltecerla por más de medio siglo. Con excepciones, ciertamente.
El actual régimen no ha hecho nada por mejorar el funesto legado, ha pretendido únicamente controlarla políticamente y, de paso, envilecerla todavía más agregándole un ingrediente de manipulación ideológica perversa e incesante cuyo epicentro es el odio.
En lo cultural no sólo no dejó hacer lo que siempre se hizo sino que sumó infames y pulpéricos niveles de calidad que han motivado el raro fenómeno de que la multiplicación de su plataforma televisiva es casi inversa a sus escuálidas audiencias. Lo cual era previsible en un régimen que no viene de las universidades o del mundo cultural sino de la peor mentalidad militarista y los residuos del stalinismo en desuso. Ahora, quien años después, al gobierno de turno le ha dado por sacar el problema “cultural” a flote.
Como un primer y evidente propósito el buscar un chivo expiatorio para el crecimiento demencial de la criminalidad en Venezuela, para esa “guerra social” tan cruel como muchas guerras convencionales. Relación causal que es, sin duda, básicamente falsa porque si se mira el ancho mundo se verá una disparidad absoluta entre la naturaleza del consumo televisivo y los índices de criminalidad, aun en sociedades en que ese consumo “cultural” es sustancialmente similar al nuestro.
Todo parece indicar, por el contrario, que si hay algo que ha fomentado ese desmesurado crecimiento del crimen es el discurso político, este sí bastante sui generis, que fomenta la violencia ciudadana, el desprecio del otro, la manipulación institucional y legal, la impunidad y el atropello… valga decir la novedad que la actual “república” ha traído a nuestro gris universo radioeléctrico. Lo cual no contradice nuestra primera afirmación porque una cosa es el déficit cultural y democrático aludido y otra culpar a una telenovela o a las peripecias del hombre araña de los 24.000 asesinatos del pasado año.
Además esa guerra no es una guerra televisiva, aunque ello pese en sentido general, como la pobreza o la calidad de la educación, sino tiene que ver, sobre todo, con una mentalidad dominante que ha deshecho la coherencia y la convivencia social, la racionalidad económica, la dignidad de las instituciones y el sentido del respeto del ciudadano a las normas legales y societarias. El chavismo, pues.
Es de temer que un gobierno tan anticultural como el que padecemos utilice esta cruzada por una supuesta paz social para la censura a secas o para obligar a las televisoras a vender una imagen paradisíaca de un país que vive en el averno histórico, una especie de realismo socialista de nuevo cuño, melifluo e hipócritamente piadoso y amoroso, como cínicamente se pretende el régimen.
Por supuesto que los medios pueden poner lo suyo en tratar de paliar el horror que nos invade y medidas puntuales pueden y deben tomarse, pero eso es muy distinto a que Maduro, la dama de la lista navideña, el policía de Conatel o el tipo de las sonrisas quieran crear una nueva cultura nacional, asunto del cual no deben tener nociones. Hay que estar atentos.
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