Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital
Esteban tiene razón: el capitalismo, el vil metal, lo corrompe todo. Por ejemplo, las encuestadoras electorales, muy capaces de venderle el alma al diablo por un puñado de dólares. Por eso el comunismo las suprime y las suplanta por los numeritos del alto gobierno, establecido con meses de anticipación, evitando así pujas y sobresaltos dañinos para la armonía social.
Eso lo hemos sabido todos desde hace mucho, pero una cosa es trocar unos ceritos de más por unos verdes, con cierta moderación y privacidad; y otra pararse en una esquina en espera del cliente, sin ningún recato.
Tal desfachatez es propia de las sociedades en descomposición, por ejemplo la fase terminal del capitalismo que nos toca vivir, por obra y gracia del endógeno Socialismo del XXI, como se dice por ahí.
En realidad nuestra tesis respecto a esta realidad es muy parca y escrupulosa. Lejos de nosotros la creencia de que todas, o la mayoría, de las cuantificadoras de opinión tengan esa triste condición de de malvivientes.No, son unas pocas, pero arman un jaleo que no deja dormir a las buenas familias, ya bastante inquietas por esta prolongada vigilia del mes de octubre.
Además si algún estado de ánimo nos embarga, como lo indican las interrogantes del título, es saber quiénes practican esas costumbres inciviles. Tampoco descreemos de su utilidad predictiva, siempre preferible a la seguridad de que Chávez gana o pierde porque la doméstica o el taxista dicen que en su barrio ya no queda un solo chavista o viceversa.
Pero los hechos son los hechos, los motivos para dudar inevitables. Por ejemplo, los señores de IVAD aseguran que el 71.5% creen que el gobierno revolucionario es positivo. Pero los señores de Keller y asociados creen que una suma similar de los venezolanos opina que es negativo. No me dirá usted que esto no es sorprendente. Porque uno entiende que una encuestadora descaradamente oficialista, como la del desempleado Chacón, diga barbaridades, es su oficio (por cierto que hay que felicitarlo por esa maravilla que es la encuesta sobre la felicidad casi unánime de los venezolanos, ¿quién supiera, al menos, qué es la felicidad, la "palabra más idiota y vacía del idioma" decía Racine?). Pero que dos numerólogos de larga data difieran como el aceite y el vinagre es angustioso. También vimos otro caso que nos llamó la atención, la Alcaldía de Chacao: al parecer Keller da a Graterón doblando a su inmediato seguidor, Muchacho; Datos lo da igualmente ganando pero por muy escasos puntos; Datanálisis, por el contrario, da victorioso a Muchacho con cierta comodidad. Creemos que esos dos ejemplos bastan para plantear el problema.
Pudiese ser también que nuestras encuestadoras no sean muy hábiles en el difícil oficio de sondear el alma de los ciudadanos. Además, mundialmente hablando hemos visto de todo, desde aciertos milimétricos hasta desastres generalizados, el último en Colombia.
Pero estamos seguros también que hay manejos dolosos contra la credibilidad del votante: dando y dando, "¿entonces cuánto ponemos en Falcón?". En definitiva, que ahora, como si fuera poco, tenemos que bregar con la elección entre encuestadores. El que tenga algún dato al respecto que nos lo haga saber, porque este diario anda arrecho y nervioso por el relajo en cuestión. Es un abuso imperdonable con la opinión pública.
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