Por: Fernando Rodríguez/TalCual
No hay muchas dudas de que el gobierno de Maduro, impulsado por la necesidad extrema, por la arepa y la limpieza anal de las masas, ha comenzado a virar hacia la abominada derecha, al menos en los dominios de la economía.
Es decir que ese bodrio histórico llamado socialismo del siglo XXI, engendro de la ignorancia y el despotismo, se aleja cada vez más para bien de la patria y su maltrecho corazón, dicho a lo Maduro. Y, como se sabe, por el sentido común y por el materialismo histórico, más por lo primero que por lo segundo, lo que pasa en el campo de la producción de riquezas y pobrezas tiene que sintonizar con lo que acaece en el resto de la sociedad, sobre todo en la política, en algún momento.
Ahora bien, que gobierno y empresarios se hayan acercado, cordializado y hasta acordado planes conjuntos para enderezar la economía que Chávez y Giordani habían destrozado a punta de disparates parece cosa positiva, aunque vaya usted a saber cuáles son los alcances y el tempo de la rectificación planteada, porque también tenemos la sensación de que la vamos a pasar muy mal por un buen tiempo.
Y sobre su desenvolvimiento tenemos dudas y sospechas.
No vamos a preguntarnos por la veracidad de la actitud gubernamental porque sería caer en un inútil plano de intenciones, siempre fangoso, o apelar a fracasadas experiencias similares pasadas en que el gobierno terminó trucando el juego apenas pudo porque los Chávez se mueren una vez, las catástrofes económicas son esporádicas y la MUD y los Capriles son verdaderas y felices novedades, para citar algunas especificidades del presente. Pero sí es válido intentar saber cómo pueden ser compatibles los deseables cambios con un país podrido en cuerpo y alma por quince años de demolición y locura cuya síntesis es la polarización, el odio concentrado y envasado, y la demolición de las instituciones y la moral públicas.
Queremos decir que más allá de los acuerdos empresarios-gobierno se necesita una incesante, firme y lúcida oposición política.
A no ser sino porque los empresarios son, algunos con muchos valores, todos con mucha empatía por el valor dinero, no pocos con frenesí. Y porque tenemos un gobierno conducido por un capitán tartamudo ideológicamente y el resto de la nave resquebrajada por todos lados e intoxicada de mitos e irracionalidades de difícil curación. Los poderes amalgamados, la corrupción a niveles hojillescos, el autoritarismo entronizado, el mérito y el saber abominados y perseguidos, el centralismo, el militarismo y el paramilitarismo, la hegemonía mediática, las reelecciones y el ventajismo electoral, el primitivismo cultural con todo y pajaritos parlanchines, el Estado voraz, expropiador e ineficaz, las ciudades caotizadas y la vialidad destruida, los malditos apagones, la política internacional irresponsable y pirata, la inseguridad que nos mata y pare de contar.
Una descomunal tarea que necesita, repetimos, una oposición constante, infatigable, democrática que, necesariamente, lo más pronto posible, tiene que desembocar en otro mundo político, en un gobierno radicalmente distinto, moderno e ilustrado, verdaderamente del siglo XXI. Sin esos logros no llegaremos sino a un engendro de boliburguesía ampliada, por darle algún remoquete.
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