miércoles, 20 de agosto de 2014

Privatícese/Editorial Tal Cual miércoles 20ago14

Por: Fernando Rodríguez/TalCual
A mí siempre me pareció de las más extravagantes conductas de Chávez las veces que simulaba que se le acababa de ocurrir expropiar tal o cual cosa, grande o pequeña, y no tenía el menor empacho en hacerlo. Teatralización de algo seguramente premeditado, no necesariamente razonado, con la cual quería mostrar tanto su absoluto poder, me da la gana, como su intuición iluminada.


Todo el mundo sabe cuál fue el destino de esos arrebatos, ayudar a masacrar la economía nacional, en la medida en que prácticamente todas esas expropiaciones terminaron en el derrumbe productivo, si no en el cierre definitivo. Lo peor de esto es que la mayoría de los socialistas del planeta, mamá Cuba incluida, descubrían aceleradamente las virtudes de mantener un sector económico privado lo más robusto posible, para alcanzar la prosperidad. Los resultados de esas y otras agresiones a la “oligarquía” nacional están a la vista, la producción nacional en el suelo. Si alguien nos pidiese dos ejemplos emblemáticos de esos disparates diríamos que el Sambil de la Candelaria pudriéndose como un paquidermo muerto.

O Sidor produciendo una cuarta parte de lo que antaño, cuando privada, producía; multiplicado su personal sin mesura y con obreros, de todos los colores, en pie de guerra por sus condiciones de vida y por la sobrevivencia misma de la empresa.

Por supuesto que todo esto viene a colación primeramente por Citgo. Uno de los poquísimos activos flamantes que tiene nuestra destartalada economía estatal (para empezar la misma Pedevesa), y que se va a p-r-i-v-a-t-i-z-a-r, muy probablemente a capitales gringos. Pero no porque no tenemos ya dólares, los despilfarramos o se los robaron, en absoluto, a pesar de que todos lo sabemos, sino porque a Rafael Ramírez se le ocurrió que nuestra petrolera debe achicarse todavía más y reducirse a la exploración y la extracción y a ningún otro rubro, por próspero que sea. Las razones, póngase a buscarlas.

Pero hay más y más cosas sorprendentes.

Jorge Roig ha declarado en estos días que muchos obreros se han acercado a Fedecámaras buscando la manera de devolver a sus antiguos dueños empresas estatizadas para hacerlas de nuevo productivas y así salvar sus puestos de trabajo, su manutención y la de los suyos. No puede haber mayor reconocimiento del fracaso del modelo y la imperiosa necesidad de cambiarlo.

En el fondo de todo esto está el gran derrumbe de una de las edificaciones teóricas más complejas y determinantes en la contemporaneidad, el socialismo marxista, en todo caso su versión real. Y, con ello, todas sus heráldicas, retóricas y letanías. Y no es solo su fracaso económico sino el despotismo político que ha instalado, tan cruel como el que más, y que ha sido sustituido paulatinamente por formas democráticas.

Por supuesto que no todos los valores abstractos que el marxismo ha predicado hay que desecharlos. Al fin y al cabo la equidad sigue siendo un ideal y la desigualdad creciente en el mundo es probablemente uno de los grandes temas del día. Pero ahora sabemos, al menos, que una sociedad equilibrada no se puede lograr aplastando la libertad y los derechos inalienables del individuo ni una economía puede desarrollarse si no activa las iniciativas y el empuje de los intereses y la creatividad personales. Sobre esos nuevos derroteros hay que pensar y lograr mucho.

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