miércoles, 3 de septiembre de 2014

ECONOMÍA a palos/Editorial TalCual miércoles 03sep14

Fernando Rodríguez/TalCual
L os problemas económicos se deben resolver económicamente. Como los médicos médicamente o los jurídicos jurídicamente. Parece una perogrullada, pero si miramos la realidad, por ejemplo la venezolana que es la que nos interesa, no es así.
Hasta el más ignaro de los chavistas, y vaya que los hay, debe estar consciente de que inflación, escasez, recesión, carencia de divisas, productividad desmantelada, déficit fiscal, penuria de reservas y otros males económicos que están ahí, flagrantes e inequívocos, son los causantes de colas indignantes, agujeros en sus bolsillos, contrabando externo e interno, muertos de mengua en los hospitales, auge de la delincuencia, hundimiento de los servicios y colapso de la infraestructura… y, también, de gigantescos robos de los fondos públicos y corrupción y degeneración generalizada de poderes e instituciones.

Por consiguiente, razones son para su desesperanza y arrechera personal, las protestas y las guarimbas, el creciente desafecto popular al oficialismo y, aun más, el agresivo rechazo de este: los anticuerpos que genera la sociedad maltratada en aras de su salud y hasta de su sobrevivencia.

Hasta ahora hemos visto que el gobierno en vez de tomar las medidas económicas que pudiesen si no solucionar, al menos aliviar, la dantesca situación que vivimos, producto de desconocer, atropellar y poner la economía al servicio de sus intereses políticos y personalísimos durante quince años, se dedica a convertirlo en un problema “político”, a responder de manera “militar-policial”. Un grupo de oligarcas y sus lacayos, guiados a distancia por el Imperio, han hecho una “guerra económica” a fin de destruir la impoluta, iluminada y humanista revolución. Y que hay que combatir militarmente con nuestras fuerzas armadas, no menos impolutas, en la frontera y policialmente con captahuellas electrónicas que detecten a los acaparadores de papel tualé.

Como se ve la cosa no puede funcionar porque los medicamentos nada tienen que ver con la naturaleza de la enfermedad y posiblemente no harán otra cosa que agravarla. Pero en realidad lo que se pretende es otra cosa, producto del peor inmediatismo, tratar de encontrar otros culpables de la catástrofe que no sean el Eterno y sus sucesores. Objetivo, además, bastante inalcanzable si nos atenemos a las encuestas recientes. Este camino conduce a que la economía se siga deteriorando, la rabia social siga subiendo y la represión militar y policial aumente sus niveles de atropello y de crueldad.

A un país al rojo vivo.

El gobierno parece saber cuáles son las medidas económicas a tomar, pocas y nítidas, para comenzar a armonizar las variables económicas. Son costosas políticamente, no hay duda. Pero no son suicidas ni conducen al caos o a futuros sórdidos y verdaderamente laberínticos como el cubano y similares, inacabables y desérticos.

Hace ya algún tiempo teóricos muy diestros de la economía quisieron cambiar el rumbo del país, pero olvidaron el abigarrado e incierto mundo de la política. Le costó la cabeza presidencial a un señor Pérez. Pretender prescindir de la economía es mucho más grave porque ella tiene que ver con instancias muy vitales como el estómago, el cuido del hogar y el sudor de cada día. Con el cuerpo que nos sustenta, que vive y que muere.

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