lunes, 9 de junio de 2014

El fantasma de la ópera/Américo Martín lunes 09jun14

Por enésima vez el presidente Maduro y la élite del poder se refugian angustiados tras el parapeto de la calumnia
AMÉRICO MARTÍN/TALCUALDIGITAL
La novela que da lugar al título de este artículo fue escrita en un siglo de truculencias y misterios, el XIX, tiempo de la reina Victoria, Jack el destripador y el tenebroso smog londinense. El autor de esa obra es Gastón Leroux. Nunca la leí, pero conozco su alambicada trama.


Se trata de un fantasma que no es tal, un gran músico horrendamente de formado que se oculta en los socavones del Teatro de la Ópera. Pero dejemos a Leroux en paz. Si lo he evocado es por lo que explico de seguidas.

Por enésima vez el presidente Maduro y la élite del poder se refugian angustiados tras el parapeto de la calumnia.

Son cada vez más infantiles y menos creíbles. Demasiada truculencia excesivamente repetida, que muere al nacer. No hay capítulo dos.

La causa inductiva de esos clamores es, sin embargo, muy clara. Responde a la fallida gestión gubernamental que afecta duramente al país y a la irritada militancia oficialista.

El presidente Maduro ha sido empujado por su gente a enlodar el diálogo, pero como eso equivaldría a negar la propuesta de Unasur, El Vaticano y ahora la OEA, insiste en provocar a la oposición para trasladarle la culpa de entrabar el intercambio.

Hombre, se te ven las costuras! Procede como el ladrón que grita ¡al ladrón! para arrojar contra otros la persecución enfocada contra él. Con tan esquivo estilo dobla la apuesta en la medida en que la oposición reitera su disposición a un diálogo "con resultados".

En cambio Maduro se molesta porque desde la acera opuesta no se resignen a un falso intercambio de palabras más parecido a un sarao o té-canasta que a una iniciativa política dirigida a enfrentar sin violencia y con respaldo internacional la gravísima crisis que doblega a Venezuela.

"El agente 007 contra el doctor NO", célebre film protagonizado por Sean Connery y Ursula Andress, no identifica al enemigo del formidable agente secreto británico con alguien que a todo diga NO, sino con un obseso lanzado a desviar misiles y controlar el mundo.

Al presidente Maduro le va mejor semejante apelativo porque a cada propuesta emanada de la MUD para facilitar el diálogo, responde o le hacen responder con el seco adverbio de negación. Amnistía... NO. Liberación puntual de presos políticos... NO. Desarme de los colectivos fascistas... NO. Liberación de Leopoldo López... NO. Libertad de Simonovis... NO.

Si a cuanta propuesta racional, constitucional, bien vista por los facilitadores y la opinión mundial, el hombre responde con la negativa, obviamente estará calificado para que el mundo lo haga responsable de sabotear el diálogo, vía única para evitar la catástrofe.

Con legítima pasión, aunque no la mejor de las razones, muchos se impacientan. ¿A qué insistir en eso si el personaje no levanta ni el meñique de su puño cerrado?

¡Está ganando tiempo!, insisten. Eso es comprensible, eso es lógico. La vida en Venezuela se degrada día a día, tanto como el bloque político gobernante. Recordemos, sin embargo, que la opinión internacional, Unasur, la OEA el Vaticano y 80% de este país piden que se persevere. Si se rompe el diálogo la suerte del país será extremadamente grave. El culpable quedará peligrosamente aislado.

 Maduro no "gana" tiempo, lo pierde.

Es su gobierno el que, a la luz de escandalosas variables de todo tipo, necesita cuanto antes la apertura. Quizá lo sepa, pero cuando se escucha a Diosdado declarar ­con aire impasible, rostro frío- que se prescinda de la MUD para seguir "dialogando", se comprende que aquel no parece controlar el timón.

La alternativa democrática, con plena razón, debe insistir. Si Maduro quiere retirarse, que lo haga. La oposición no dará ese paso pero tampoco callará. Lo que debe comprenderse es que si bien lo mejor para el país sería que dejara los subterfugios y entrara de lleno a dialogar, si prefiriera seguir enredado en su bolivariano laberinto, ya estaría dando algo, algo muy importante, que lo afecta más de lo que se piensa. Sería evidente a los ojos del mundo dónde residen la verdad y la mentira.

Y a quienes desprecien la opinión universal, les conviene saber que por algo al gobierno sí le interesa. ¿Qué otra cosa tiene a Jaua viajando por el mundo con un saco de balbucientes explicaciones? Es impresionante el deterioro de la red laboriosamente construida por Chávez para cubrirse de solidaridad automática tercermundista y latinoamericana.

Su sucesor, ahogado y minado de contradicciones internas, la destruye cada día y cubre sus horas decuplicando la provocación. La aburrida lata del magnicidio y el cómico golpe de combustión lenta (por definición los golpes son de mecha corta, cual los del 4F y 27N) se propone ganar credibilidad con la supuesta novedad de los nombres. María Corina, Salas, Arria, Tarre.

Para dejar en claro la trama, el vocero fue Jorge Rodríguez, flanqueado por Diosdado Cabello y Rodríguez Torres. ¿Y donde están las pruebas? Rodríguez, en nombre de los nuevos inquisidores, farfulló que reposaban en correos electrónicos dictados por Machado.

-Y manipulados por nosotros, le faltó acotar.

-¡Ni una palabra de esas fue escrita por mí! ¡Es una grotesca falsificación! respondió Machado Enfadado, el presidente bramó contra quienes "apoyan a los magnicidas".

¿Le corresponde sentenciar al presidente Maduro? Digámosle simplemente NO. Pero como, subrogándose en el Tribunal Supremo, decidió condenar a los magnicidas, forzosamente habrá que admitir que el asesinato se consumó. En sana lógica aceptemos igualmente que Maduro no existe. ¿Es un fantasma? Sería el de la Ópera, dicho sea con la venia de Gastón Leroux.

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