miércoles, 25 de septiembre de 2013

El rancho sigue

Los pobres son gente muy fea, desarreglada y con malas mañas que habla a gritos, no hacen nada por salir de su condición porque son víctimas en una suerte de estado de infancia que requiere de la intervención del estado salvador

GISELA KOZAK ROVERO/TalCualDigital
La revolución nos bombardea con un conjunto de imágenes de lo "popular" caracterizadas por la cursilería, las descalificaciones, los clichés y las consignas a través del sistema de medios públicos y la confiscación propagandística de los espacios de las ciudades.

Oscar Schemel, de Hinterlaces, insiste en que una de las razones del éxito del gobierno es que ha transformado la cultura nacional popular colocando a los pobres como protagonistas de la Venezuela redimida. La hipótesis es sensata más allá de las críticas que despierta entre opositores y el progresivo desinflamiento del apoyo de la gente.

Mi desacuerdo sería en un punto preciso: la imagen de lo popular, del pueblo definido en términos de su condición socioeconómica y cultural, se fundamenta en unos criterios que, con cierta frecuencia, responden a concepciones clasistas y racistas que recuerdan más a un segmento de Radio Rochela hace muchos años llamado "Malula Concejal" que a la renovación radical de vida y valores que proponían pensadores como Antonio Gramsci.

En este segmento televisivo, que suponía una crítica social, los pobres son gente muy fea, desarreglada y con malas mañas que habla a gritos, no hacen nada por salir de su condición porque son víctimas en una suerte de estado de infancia que requiere de la intervención del estado salvador, se organizan sin mayor éxito en ASOCERRO para quejarse sistemáticamente y en realidad quisieran vivir en otro lado. Malula es la más clara y con iniciativa y por eso es la eterna concejal, pero es la excepción de la regla.

El gobierno propone una imagen de lo popular basada en el consumo sin producción, en endeudarse para comprar electrodomésticos contando con sueldos mínimos y tickets de alimentación. Lo popular es trigueño, afrodescendiente o indígena y, desde luego, solamente los indígenas tienen una cultura "pura" porque lo que vino después de 1492 fue una gigantesca equivocación de la que solo se salvan la guerra de independencia y, claro, la revolución.

Se exalta el barrio como la reserva que vencerá -cambiando su alma "pervertida por el capitalismo" con la ayuda roja- a los pecadores de la derecha, y se fomenta el culto al difunto con el fin de enraizarse en la religiosidad popular, al estilo de la instrumentación franquista de la fe, aspecto al que la MUD y HCR no suelen prestarle atención.

El gobierno decide qué se come y cuándo (las colas), cuál es la verdad (noticieros en cadena) y lo que define la cultura venezolana (el pasado incontaminado de lo popular rural e indígena).No obstante, como la vida de la gente no se corresponde con estas fantasías pasatistas, el gobierno promociona misses, cantantes y animadores de televisión cuyo aspecto y estilo de vida nos indica lo que realmente piensan de su gente; como decía Malula: "Yo amo el cerro porque nací en el cerro, me crié en el cerro, me enamoré en el cerro. ¡Ay! ¡Pero con qué ganas me mudaría pa’l Cara... cas Countris Clus!".

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