viernes, 31 de agosto de 2012

La muerte tiene permiso

Lo más reciente en Venezuela es que al ciudadano se le despoje de sus bienes, y posteriormente se le asesine a sangre fría, sin causa alguna, aparentemente por el solo placer de matar

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ/TalCualDigital
En el cuento "La muerte tiene permiso", del mexicano Edmundo Valadés (19151994), no se hace referencia a la situación que vivimos en Venezuela, pero ninguna frase es más apropiada para definir esa realidad.

No hay día en que los medios de comunicación venezolanos, impresos y audiovisuales, no den cuenta de las decenas de muertes que se producen a lo largo y ancho del país.

La mayoría de ellas son causadas por el hampa, no pocas veces con la participación en esta de agentes policiales y militares. Pero no es inusitado que los asesinos sean policías o militares, que se excedieron o se equivocaron en el ejercicio de sus funciones.

Hasta hace poco el asesinato a mansalva se daba solo de manera esporádica. Las bandas de delincuentes asaltaban a la gente, en la calle o en la propia casa de las víctimas, pero respetaban su vida. Hoy no. Hoy el mayor riesgo que se corre es ser asaltado en momentos en que no se carga dinero.

Entonces el delincuente parece complacerse en matar al insolvente, como en venganza por haberlo hecho "trabajar" en vano. Esto es común y corriente en el robo de vehículos, cuando la persona intenta oponerse a que lo despojen del suyo, causa casi inevitable de que lo maten para poder consumar el robo.

Y ya ni eso. Lo más reciente es que al inerme ciudadano se le despoje de sus bienes, y posteriormente se le asesine a sangre fría, sin causa alguna, aparentemente por el solo placer de matar. O que se secuestre a una persona, se exija a los familiares un rescate, y se asesine al secuestrado aun antes de cobrar o ya cobrado el rescate.

Lo cierto es que se ha hecho habitual que los medios den cada día una relación de las muertes sucedidas cada día. Lo de las cárceles es impresionante. Y es común y corriente que se hable de decenas o más casos. A veces, en un solo suceso se trata de veinte, treinta y más fallecimientos causados por diversos motivos y en variadas circunstancias.

Todo esto se agrava con la impunidad que impera en el país, y que al parecer es no solo constante, sino también creciente. Los funcionarios competentes, o no asumen su propia responsabilidad cuando la tienen, u omiten sancionar a los culpables de la muerte de venezolanos.

Lo peor es que hay indicios de que la situación descrita ha ido produciendo un acostumbramiento. Al principio la realidad que cotidianamente nos mostraban los medios causaba alarma y angustia en la mayoría de las personas. Mas al parecer la repetición de las noticias desoladoras hoy solo causa indiferencia.

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