viernes, 26 de julio de 2013

¿Hundidos como en Cuba?

El socialismo cubano ha demostrado ser uno de los peores fracasos en materia política que registra la historia del siglo XX. Después de medio siglo, uno de los líderes de la Revolución Cubana reconoce el fracaso del modelo castrista. Tras naufragar la economía socialista, los cubanos empiezan a nadar en su retorno al capitalismo

MARIO SZICHMAN - Nueva York/Especial Tal Cual
Seguramente el presidente de Cuba, Raúl Castro, debe despertarse todos los días desconcertado preguntándose: "¿Cómo se puede vivir en este país que mi hermano y yo venimos gobernando desde hace medio siglo?" Raúl Castro tiene buenas razones para inquietarse La Revolución Cubana ha demostrado ser uno de los peores fracasos en materia política que registra la historia del siglo veinte y la primera fracción del siglo veintiuno.

Pero, a diferencia de Fidel Castro, que siempre culpaba a Estados Unidos de todos los males que sufría Cuba ­y en cierto modo hay que darle la razón, porque el embargo impuesto por Washington al gobierno de La Habana causó mucho daño­ su hermano menor sabe hacer la autocrítica.

Bueno, no su propia autocrítica, pues tampoco se trata de ser masoquista, sino la autocrítica del resto de los cubanos, acusados de haber llevado al país al desastre actual.

Medio siglo después que el Ejército Rebelde desalojó a Fulgencio Batista del palacio presidencial, y tras naufragar la economía socialista, los cubanos empiezan a naufragar en su retorno al capitalismo, pese a que en ambas ocasiones contaron con los mismos lúcidos timoneles.

EL OTOÑO DEL PATRIARCA 
En un discurso ante la Asamblea Nacional, Raúl Castro dijo que no solamente la economía anda mal en Cuba. Todo, absolutamente todo, anda mal. En vez de crear un hombre nuevo, la Revolución Cubana ha creado un ser repleto de viejas mañas, despreciable, cínico, egoísta.

El cubano orina en la calle, cría cerdos en apartamentos, se deja sobornar con facilidad, construye viviendas sin permiso, captura peces en vías de extinción, tala árboles en las ciudades afectando el medio ambiente, pasa buena parte de su tiempo apostando dinero en juegos prohibidos, acapara mercancías para revenderlas luego a precios exorbitantes, se la pasa insultando a todo el mundo, acosa a los turistas, enciende sus equipos de música a altas horas de la noche fastidiando a sus vecinos, se emborracha en público, destruye teléfonos para robar las monedas, y no paga el transporte público.

Al parecer, una de las diversiones favoritas de los cubanos ociosos es lanzar piedras a trenes en movimiento, con la esperanza de destrozarle la cabeza a algún pasajero desprevenido.

Raúl Castro acusó a sus compatriotas de perder "su honestidad, su decencia, su sentido de la vergüenza, su decoro, su honor y su sensibilidad ante los problemas" de otras personas.

Aunque se puso fin al analfabetismo gracias a la educación universal, Cuba "ha retrocedido en material de cultura y de urbanidad", dijo Raúl Castro. Y lo peor es que ese tipo de conducta no causa objeción alguna o es enfrentada por otros ciudadanos. Aunque la sociedad cubana está mejor educada, dijo el presidente cubano, "no está mejor ilustrada".

SOBREVIVIENDO EN EL MAR DE LA FELICIDAD
Victoria Burnett, periodista de The New York Times hizo un "follow-up", un seguimiento del discurso de Raúl Castro, preguntando a algunos cubanos su opinión.

Uno de ellos, de nombre Alexi (no quiso dar su apellido por si las moscas) un chofer desempleado de 46 años de edad, recordó con nostalgia la época en que la vida en Cuba era más simple, las personas vestían de manera decente, y "robar significaba robar".

Pero Alexi dijo que le resultaba imposible educar a su hijo en las mismas normas morales en que creció. "Para poner apenas arroz, frijoles y cochino en la mesa", dijo Alexi, "hay que cometer toda clase de chanchullos".

¿Qué ha ocurrido para que los cubanos se hayan convertido en esos seres tan vilipendiados por su propio presidente? Al parecer, su modelo económico es en buena parte responsable.

Varios cubanos entrevistados por la periodista Burnett recordaron la época en que un salario era suficiente para vivir con dignidad, sin necesidad de cometer raterías, o de dedicarse a la prostitución. Durante muchos años, dijeron los consultados, Cuba se aferró a un sistema económico disfuncional.

Como en la Venezuela chavista, el aparato productivo y la infraestructura se fueron derrumbando. Los servicios sociales se deterioraron, y con ellos, el sentido de comunidad.

Ser profesional dejó de ser un orgullo en un país con una pirámide social invertida, en la cual un médico gana menos que una manicurista. Y muchos profesionales, también como en la Venezuela chavista, han tenido que abandonar sus oficios, poco rentables, y dedicarse a vender pizza o teléfonos celulares.

Miguel Coyula, un experto en planificación urbana, dijo al New York Times que "el dinero no va a parar a las personas más educadas".

El presidente cubano propuso en su discurso mejorar las condiciones mediante una combinación de educación, promoción de la cultura y cumplimiento de la ley. Pero olvidó asumir la responsabilidad por los disparates cometidos en cincuenta años de revolución.

Lo único que aprenden los líderes de revoluciones fracasadas es culpar a otros, y poner cara de yo no fui. ¿No será que el presidente Raúl Castro constituye buena parte del problema?

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