miércoles, 16 de octubre de 2013

La devaluación del venezolano/Editorial TalCual miércoles 16oct13

Por: Fernando Rodríguez/TalCual

Sin duda la finalidad de toda revolución es transformar la vida, la vida cotidiana, de los ciudadanos para hacerla más feliz. Para ello trata de igualar sus condiciones materiales y de abrir las puertas de la verdadera libertad. En general, al menos las contemporáneas, han levantado esas banderas y en los hechos realizado lo contrario: regímenes despóticos, asesinatos en masa, cercenamiento de casi todas las libertades y depauperación expandida. Infelicidad, pues.


En realidad esta revolución venezolana no ha sido nunca una revolución, más bien una sargentada con un batiburrillo de ideas y preceptos en que caben todos los disfraces, desde el nazi de Ceresole hasta el comunismo de Ernesto Guevara, desde el demencial Gadafi hasta José Gregorio Hernández, desde los babalaos hasta Los bolichicos, desde Winston Vallenilla a Eduardo Galeano, etc., etc. Pero ha asumido la retórica redentorista, más vacía que nunca, de las revoluciones socializantes. Y, populista antes que todo, no ha dejado un instante de sublimar y adular a nuestro pueblo, nieto de Bolívar e hijo de Chávez, puritito corazón y dechado de sentimientos altruistas y patrióticos.

Y, ¡vaya!, parece que es todo lo contrario o en todo caso algo bien distinto. Ya eso de los veinte y tantos mil asesinatos anuales, lo que nos coloca entre los pueblos más feroces del planeta, parecía poco compatible con tantos bellos y generosos desprendimientos. O la guerra de improperios y palabrotas con que nos tratamos desde hace quince años, fomentada básicamente desde el poder y en especial por el Líder que se fue y el hijo de éste que heredó el coroto.

O el gentío que ha tomado las de Villadiego, probablemente para nunca más volver, de puro sórdido que encuentra al país. O la soledad de Caracas después de las 9 de la noche que se llena de fantasmas y de miedos. Decimos que son signos, esos y otros, que se pueden descifrar sin mayores luces y que apuntan a tristeza y depresión colectiva.

Pero ahora resulta que ese valiosísimo instituto, aupado por varias universidades (de verdad, las hay falsas de toda falsedad), llamado el Observatorio Venezolano de Violencia, ha hecho una encuesta en torno a la solidaridad entre los venezolanos, valga decir, el vínculo fundamental de la cohesión societaria, el que se supone debería multiplicar la revolución, la esencia del hombre nuevo. Una modalidad de la fraternidad, que alguien decía que era el sentimiento revolucionario por excelencia, más profundo y vivencial que la igualdad que tiene algo de parejera y pequeñoburguesa.


Bueno la solidaridad entre los venezolanos ha bajado en unos años algo así como un 25%. Y tres cuartas partes de nuestros conciudadanos creen que si actúan noblemente y respetando las leyes, los pendejos diría Arturo Uslar, pueden sufrir el abuso de sus semejantes. Más de la mitad no cree en las fuerzas del orden. Y no espere que nadie lo ayude cuando enfrente al malandro, cosa estadísticamente bastante probable. Y sume y siga.

Lo cierto es que el venezolano se ha vuelto más solitario, egoísta, medroso y asocial que nunca, mientras se le dice que es heroico, solidario y amante de la patria.

Ciertamente los sueños de los “revolucionarios” producen monstruos.

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