martes, 17 de abril de 2012

Ozzie y la libertad/Simón Boccanegra 17abr12

Oswaldo Guillén como persona tiene todo el derecho del mundo a tener una opinión política y a expresarla, libre de temor. Está claro que un tipo más prudente, manager de un equipo basado en Miami, sabe bien que este no es exactamente el sitio para decir que admira a Fidel, pero una vez salieron las palabras de su boca y llegaron al gran público, quedaban cubiertas por la famosa Primera Enmienda de la Constitución, esa que garantiza la libertad de opinión y de expresión

SIMÓN BOCCANEGRA/TalCualDigital
Es curioso cómo lo de Oswaldo Guillén ha sido discutido desde todos los ángulos posibles, menos desde el de la libertad de expresión, tan caro a los Estados Unidos.

Todos sabemos que Oswaldo es un deslenguado, que a veces ni siquiera piensa lo que dice, pero el manager de los Marlins expresó una opinión política y es por ella que ha sido literalmente crucificado y obligado a desdecirse, mediante la coerción y el chantaje.

Este minicronista no está de acuerdo con lo que Oswaldo dijo de Fidel Castro, pero en el país que se jacta de su democracia, los EEUU, la protesta escandalosa de una parte de la comunidad cubana y la reacción temerosa de los dueños del equipo arrinconaron a Guillén y este echó pa’trás. Nadie defendió su derecho a expresarse libremente.

En todas partes se cuecen habas. Creo que Oswaldo Guillén como persona tiene todo el derecho del mundo a tener una opinión política y a expresarla, libre de temor. Está claro que un tipo más prudente, manager de un equipo basado en Miami, sabe bien que este no es exactamente el sitio para decir que admira a Fidel, pero una vez salieron las palabras de su boca y llegaron al gran público, quedaban cubiertas por la famosa Primera Enmienda de la Constitución, esa que garantiza la libertad de opinión y de expresión. Guillén fue atropellado en sus derechos al recibir el trato punitivo de su equipo y la brutal campaña que contra él desataron los cubiches mayameros.

Pero a la final, lo que más me calienta de este asunto es la reculada de Guillén. Quedó como un bocón.

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