jueves, 31 de octubre de 2013

Última voluntad

Una historia de amor sin final feliz. Un hombre pelea con las autoridades municipales para mantener a su esposa enterrada en el jardín. Después de 48 años de matrimonio no pudo dejar de cumplir una última promesa

MARIO SZICHMAN / Nueva York / Especial para TalCual
James Davis le juró a su esposa, Patsy, amor eterno. Y como parte del pacto, algo que muy escasos maridos se animan a prometer: un jardín de rosas.

Cuando Patsy, ya en su lecho de muerte le pidió a su marido que la enterrara frente al portón de la casa, éste acató la orden sin vacilar.

Ahora James Davis está librando una batalla con las autoridades de la ciudad de Stevenson, en Alabama, para defender su derecho a que Patsy duerma el sueño eterno en el jardín de su casa, un metro bajo tierra.

Los vecinos de los Davis no parecen molestos por pasar todos los día frente a la vivienda y observar el pequeño cementerio, siempre adornado con manojos de flores frescas.

Las autoridades de Stevenson han tratado de convencer al señor Davis que los habitantes de la ciudad no pueden emplazar cementerios privados donde se les antoje.

 El caso fue ascendiendo los escalones de la justicia. Primero, un juez ordenó que los restos de la señora Davis fueran enterrados en un cementerio general.

El señor Davis apeló la decisión. Finalmente, el litigio terminó en el umbral de la Corte Suprema de Alabama, donde los magistrados ratificaron el dictamen del juez.

El señor Davis, de 74 años de edad, se negó inicialmente a acatar la orden. "Yo no pienso desenterrar a mi esposa", informó a The New York Times.

JURÁNDOSE AMOR ETERNO 
La mayoría de los estados norteamericanos no tienen leyes que prohiban enterrar a una persona en una propiedad privada.

Y abundan cementerios familiares en muchas zonas rurales. Sherry Bradley, subdirectora de servicios ambientales del departamento de Salud Pública de Alabama, dijo al diario que cada semana recibe solicitudes de vecinos pidiendo permiso para realizar un entierro privado.

En cierta ocasión, Bradley recibió la solicitud de una viuda que deseaba brindar a su difunto esposo "Un entierro de vikingo". Eso incluía colocar el cadáver en una lancha y prenderle fuego para crear una gigantesca pira funeraria. En ese caso, dijo la empleada, "la respuesta fue negativa".

James Davis tiene un punto a su favor en la disputa con las autoridades municipales. No hay ordenanza alguna que le impida mantener el ataúd de su esposa enterrado en su jardín.

Por supuesto, la razón de que la ciudad de Stevenson carezca de esa clase de ordenanzas es muy simple: no es frecuente que algún habitante comparta la idea del señor Davis.

James Davis conoció a Patsy en Dayton, Tenesí. Él tenía once años, y ella siete. Cuando Patsy llegó a la adolescencia, él la invitó a un festival de la cosecha.

"Tras esa cita", dijo Davis, "fue amor para el resto de nuestra vida". Estuvieron casados 48 años y tuvieron cinco hijos.

Los últimos años de su vida no fueron gratos para la señora Davis. Sufrió una serie de enfermedades, y una artritis aguda que la convirtió en una inválida.

El señor Davis se jubiló de su trabajo como electricista para ocuparse de Patsy a tiempo completo. Patsy falleció en abril de 2009, y a partir de ese momento James empezó a dormir en un sillón de la sala de estar.

No visita el dormitorio porque se deprime.

Poco antes de fallecer, Patsy Davis le pidió a su esposo que la inhumara en el jardín de la casa donde ambos vivieron durante tres décadas. James Davis acató la orden de su amada, y pidió permiso a las autoridades municipales.

Tras una serie de trabas burocráticas, la alcaldía de Stevenson decidió negar el permiso a Davis basándose en razones prácticas.

Una de ellas era que ponía en peligro el valor de las propiedades adyacentes. La otra, que si el marido muere ¬su intención es ser enterrado al lado de su esposa¬ nadie podrá encargarse de atender las tumbas.

Pero Davis dijo que sus cinco hijos se han comprometido a enterrarlo al lado de Patsy cuando se muera, y esos hijos y sus 15 nietos, se harán cargo de la propiedad.

Entre tanto, los vecinos no parecen muy aterrados por la existencia de un cementerio privado en la casa de los Davis. Uno de ellos dijo: "Bueno, es su esposa. Tiene todo el derecho del mundo".

SOLUCIONES DE ÚLTIMA HORA 
Luego que la Corte Suprema de Alabama ordenó a Davis que sacara el ataúd de Patsy de su vivienda y lo enterrara en un cementerio, dos hermanos, uno un guionista, el otro director de una organización que intenta producir una nueva traducción de la Biblia al inglés, le propusieron al viudo transformarsu vivienda en una iglesia, a fin de proteger la tumba.

Davis sería el pastor de la iglesia y podría presidir bautismos, casamientos y entierros.

A Davis no le entusiasmó la idea.

Finalmente, el viudo parece haber llegado a un acuerdo con las autoridades de Stevenson. Ha aceptado desenterrar el ataúd de Patsy, y cremar sus restos. A cambio, las autoridades le han permitido poner las cenizas en una urna y sepultar la urna en su jardín.

Según explicó James Davis, su esposa temía sufrir al ser cremada. "Pero ya ha pasado bastante tiempo", dijo. Posiblemente su esposa comienza a acostumbrarse a la idea.

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