martes, 14 de enero de 2014

Asesinato de Mónica Spear en Venezuela, crónica de una tragedia anunciada

ANTONIO MARIA DELGADO/ADELGADO@ELNUEVOHERALD.COM
Poseídos por los nervios al verse rodeados de hombres armados en una oscura carretera de Venezuela, la actriz Mónica Spear y su pareja desesperadamente subieron los vidrios y bajaron los seguros de las puertas dentro del averiado vehículo, quizás pensando que con ello mejoraban de alguna manera las posibilidades de salir con vida de la súbita pesadilla.


Pero lo que realmente estaban haciendo con ello era condenándose a muerte.

Y es que en el código de conducta que rige hoy entre los delincuentes venezolanos, cualquier intento de resistencia —por muy inofensiva, nerviosa o infructífera que sea— por parte de la víctima es pagado con la vida, explican expertos en la materia.

El que sea así es el resultado final de un proceso de extrema deshumanización del delincuente que ha convertido al país en uno de los más peligrosos del mundo, con índices de muertes por armas de fuego que rivalizan con los de naciones que se encuentran en guerra.

Para miles de jóvenes delincuentes venezolanos que tienen aterrorizados a toda la población, matar es parte del proceso y es tan natural como quitarle al muerto la cartera que llevaba en el bolsillo, dijo el psicólogo social Alejandro Moreno, quien lleva años estudiando el fenómeno de la violencia en el país sudamericano.

“Tenemos una generación de delincuentes que sale a la calle a matar por matar”, comentó Moreno, quien también es sacerdote y vive desde hace 30 años en uno de los barrios más pobres del país.

Para este tipo de delincuente, y a diferencia de las generaciones de delincuentes anteriores, el homicidio no cumple con una función práctica, como podría ser eliminar un testigo que luego podría identificarlo con la justicia, o matar a alguien porque le quitó algo, explicó.

El joven delincuente hoy en día sale a matar por el prestigio que brinda, dijo.

“Matar es una acción que te da prestigio y capacidad de imposición y capacidad de ejercicio de poder, por simple hecho de haberlo hecho y de ser el tipo de individuo que lo puede hacer sin remordimientos e incluso sin ningún tipo de motivo”, agregó.

En muchos países, este grado de alevosía es visto entre las pandillas, quienes exigen de actos violentos de sus miembros para ingresar a las bandas.

Moreno explicó, por otro lado, que el fenómeno venezolano en realidad no se trata de que el país tenga un exagerado número de asesinos dentro de cada una de sus comunidades, señalando que el total posiblemente esté en línea con lo que podría producirse en otros países con su mismo tamaño de población.

“Lo que pasa es que aquí hay impunidad absoluta, facilidad de conseguir las armas y se puede matar sin ninguna repercusión. Entonces esos pocos [asesinos] tienen una capacidad destructiva enorme que no tendrían si vivieran en una sociedad donde las instituciones funcionan”, dijo.

Y la delincuencia también es agravada por el discurso cargado de odio y de resentimiento social que prevalece en la propaganda chavista, agregó Roberto Briceño León, director del Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV).

“El discurso oficial ha sido un componente central, un eje, en toda esta espiral de violencia […] Hemos tenido todo un discurso de odio, de resentimiento de agresión que se ha ido generando en el país, y eso ha sido uno de los principales factores que está propiciando este grado de violencia y saña que uno no veía en Venezuela”, dijo Briceño.

“Esa es una de las razones por la que podemos ver que el robo esté acompañado de un uso de la violencia que no es funcional al robo”, comentó.

Según números del OVV, Venezuela registró el año pasado 24,763 homicidios, o 79 por cada 100,000 habitantes, cimentando su posición entre los tres países más peligrosos del mundo.

En el 2012, la relación era de de 73 por cada 100,000 habitantes, tras registrar 21,600 homicidios, según la ONG.

Las autoridades, sin embargo, reportaron que la tasa fue de solo 39 por cada 100,000 habitantes en el 2013.

Moreno resaltó que en muchos casos el homicidio brinda tanto prestigio entre los delincuentes, particularmente entre los más jóvenes, que muchos de ellos alardean de sus números como lo haría un beisbolista sobre su promedio de bateo.

Es frecuente encontrar a jóvenes delincuentes llevando la relación entre el número de homicidios y su edad, como referencia para demostrar lo duro que son, explicó.

Datos como estos son el producto de las extensas entrevistas realizadas por Moreno, quien forma parte del Centro de Investigaciones Populares, a jóvenes pandilleros venezolanos. Esas investigaciones produjeron dos libros que evalúan el tema de la criminalidad venezolana desde el punto de vista cualitativo.

Moreno explicó que en el centro de la sed de sangre que muestra el “delincuente asesino” venezolano es conseguir el respeto de los demás.

“El respeto para ellos es poder tener reconocimiento de los propios grupos, reconocimiento de la comunidad, y luego reconocimiento de la sociedad”, dijo.

Es por ello, que la pobreza no tiene una relación directa por lo menos con el delito, agregó Moreno.

“Estos delincuentes nuestros no comienzan su vida robando artículos de primera necesidad, como se podría pensar, siendo ellos normalmente de origen pobre, sino que comienzan robando objetos de representación”, objetos que les distingan, dijo el psicólogo.

Se tratan de objetos pertenecientes a los “gringuitos”, como son identificados en los barrios. “Y esa es la razón por la que te pueden matar por un par de zapatos, y no necesariamente para robarte dinero”.

“Eso sí, los zapatos son de marca. Se trata de objetos que son símbolos de estatus”, explicó Moreno.

Y el respeto es velado celosamente por el delincuente, que recibe como una ofensa cualquier manifestaciones de su víctima para resistirse.

“Buscan que los demás se dejen someter por él, que no rechisten. En Venezuela eso es respeto”, comentó.

De acuerdo a los detalles conocidos hasta ahora sobre el asesinato de Spear, una ex reina de belleza, y de su ex esposo Thomas Berry, la pareja trató de protegerse del asalto encerrándose en el vehículo, luego de que este se había averiado de noche en la solitaria autopista hacia Puerto Cabello.

Los delincuentes pudieron fácilmente haber roto los vidrios del vehículo para ejecutar el robo. El auto no iba a ninguna parte, estando averiado descansando sobre una grúa que había sido abandonada por los grueros que huyeron de lugar.

Pero los agresores optaron por abrir fuego indiscriminadamente sobre el vehículo, matando a Spear y a Berry e hiriendo a su hija de 5 años.

El Nuevo Herald

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