viernes, 17 de enero de 2014

En respuesta a Colette/Por mi Madre viernes 17ene14

Colette Capriles en su artículo "Imprediciendo" El Nacional, 2.1.2014 pareciera decir que, al menos por los momentos, debe renunciarse a una «narración racional de lo que pasa», pues, «la experiencia social, en Venezuela, está tomada por el mito desde hace años». Esto es, los venezolanos somos contrarios a las prescripciones normativas que han de seguir los actores en un sistema político moderno.


Nosotros no estamos de acuerdo con parte del argumento. La diferencia entre mito y narración racional, según la cual la segunda remite al «acuerdo básico acerca de qué puede ser considerado verdad», mientras el mito «no es ni verdadero ni falso, porque su función no es hacer esa discriminación, sino otra: la que hay entre ellos y nosotros», no capta el significado denso que orienta nuestros problemas políticos.

Estamos de acuerdo: el mito tiene que ver con nuestras identidades, pero no que su función sea distinguir entre un nosotros y los otros. La función del mito es dotar de sentido nuestra existencia, nuestro estar en el mundo.

El hombre, parado frente este, necesita de sentido, y en su búsqueda produce mito y filosofía. En su distinción más simple, aquella nos heredó Platón, el mito es por principio aracional, carente de verdad, y no así la filosofía, que da sentidos verdaderos. Esta distinción radical es falsa. Prueba de ello son los cambios y transformaciones de los mitos. Cambian porque la realidad nos obliga a cambiarlos. Si ello no fuese así, la cultura no sería dinámica.

Además, la filosofía, hasta el día de hoy, no ha conseguido la intuición fuerte de los mitos en ninguna de las sociedades. Es decir, no hay filosofía que haya alcanzado un «acuerdo de verdad» como lo han alcanzado los mitos.

Cuando lo hacen, ya hay unos mitos y una práctica antecedentes ­como el Renacimiento a Descartes. Lo que pasa es que en unas sociedades y momentos la alegoría simbólica es más evidente: más evidente en la Alemania Nazi y menos en el parlamentarismo inglés ­recuerden el matrimonio del Príncipe.

Por ello no es que la «experiencia social» esté tomada por el mito, es que no hay manera de que no lo esté. Eso sí, hay mitos buenos y mitos malos. Lamentablemente no podemos ahondar en ello ahora. Para hacerlo no sólo hay que analizar qué había en Venezuela finales del silgo XX que «requeríamos de un relato de una identidad nacional», como lo pregunta Colette, sino también por qué ninguno ha conseguido la convención de «verdad» hasta los momentos.
Cort. TalCualDigital

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