lunes, 5 de agosto de 2013

Caracas chavista/Editorial Tal Cual lunes 05ago13

Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital

El alcalde Rodríguez decidió que hay que hacerle un himno a Caracas y que además que en éste, cuándo no, debería estar el espíritu de Chávez y su huella en la ciudad. De verdad que es una ocurrencia bufa y siniestra ciertamente.


Como tanto se ha dicho, Caracas fue una ciudad sin ínfulas hasta hace relativamente poco, muy entrado el siglo XX. De poco trascendente pasado precolombino, de parca vida colonial, devastada en su hora de gloria de la independencia y luego sometida por troperos ladrones y brutos durante casi un siglo no fue sino una amable, modesta y provinciana ciudad a la sombra de “una hermosa y leal montaña”. Con palomas, tejas, colinas y flores amarillas. Fue con el petróleo que comenzó a modernizarse aceleradamente, a tener obras suntuarias y a Villanueva, millones de emigrantes venidos de la Europa pobre. Y muchos, después del 23 de enero, le soñaron un futuro áureo, hasta que se rebosó de migrantes rurales y por ende de cordones de miseria, de espantosos e insufribles contrastes, de edificaciones de punta y ranchos miserables. De orgullo de recién vestida, la sucursal del cielo, y de escritores y artistas que hacían brotar la pus de sus heridas.

Pero estos tres lustros chavistas, la vuelta a los caudillos y a la ceguera de la ignorancia, han sido fatales. La han llenado de asesinos, con cifras escalofriantes, casi bélicas.

La amputaron de sus noches, de la libertad de los jóvenes, de los viajeros que nos visitaban. Nos convirtieron en paranoicos, muchos huyeron despavoridos.

Los autoproclamados socialistas en vez de actuar mínimamente como tales y desarrollar el transporte colectivo se dedicaron como buenos demagogos a tratar de proporcionarles automóviles a cada quien, a cada votante, y regalaban la gasolina y a nadie se le ocurrió construir alguna, solo alguna, solución vial para tanto individualismo automotor. Y esto dio lugar a un infierno de hierro y humo y nos volvimos histéricos en las colas sin fin.

Devastaron los museos y llenaron la ciudad de adefesios plásticos. De muros patrioteros, hechos por pintamonas. Hicieron pirámides mayas, le hicieron una delictiva operación plástica al rostro de Bolívar, indios por doquier, culto asiático a la personalidad, propaganda contaminante.

De todo, hicieron de todo por convertir la ciudad en un carnaval de la cursilería populista. Lo último fueron casas, soluciones habitacionales, hechas con criterios y normas electorales, “a lo macho” o a lo bestia, como dicen desde Fruto Vivas hasta Marco Negrón, causándoles daños de gran calado a su escasa racionalidad urbanística.

Pero, sobre todo, llenaron el clima de odio, de insultos y mentiras, hasta hacerlo irrespirable moral y políticamente. Porque fue en Caracas donde más concentró ese malvivir de la comunidad, de la polis que hace que moremos en una ciudad enrarecida, habitada por hordas enemigas.

Tiene razón el alcalde Rodríguez, esas breves pinceladas que hemos trazado indican una notoria novedad, una Caracas chavista, con características que nunca conoció en esas escalas. Y esta nueva Caracas merece un nuevo himno que, por cierto, no debería de dejar de recoger de alguna forma cosas tan flagrantes y unánimemente reconocidas como las apuntadas, vivencias cotidianas de sus ciudadanos. Quizás nos sirva de algún consuelo entregarle en un cántico común a la odalisca estropeada el repele de nuestro llanto.

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