jueves, 25 de febrero de 2010

"Somos médicos, no peseteros"

Condiciones de los galenos venezolanos no difieren mucho de las de los cubanos

Hace cuatro años y medio que Jesús Barrera se acostumbró a pedir crédito en el pequeño restaurante que sirve un menú ejecutivo a BsF 30 en la entrada del hospital de El Algodonal. Hace casi cinco años llegó a Caracas para convertirse en cirujano de tórax y poder ser el tercero con esta especialización en el Hospital Central del Táchira.

Nadie le obligó a venir a la capital, dice. Pero, según cuenta, las condiciones en las que trabaja como residente no difieren mucho de las que atraviesan los cubanos en Barrio Adentro, recordando al grupo de galenos que interpuso una demanda contra Venezuela por recibir trato de esclavos.

Y es que sus jornadas de trabajo no están ni cercanas a las ocho horas que establece la ley. "Cuando empecé el posgrado de Cirugía General llegaba a las 6:30 de la mañana para revisar a los pacientes y como las operaciones son en la tarde, muchas veces llegué a salir a las 11:00 de la noche", apunta.

Quizá no suena tan sacrificado si se omite que los primeros seis meses vivió en La Vega, por lo que muchas veces se quedó sin manera de llegar a su casa una vez terminada la extensa jornada laboral. "Una vez lloré de la desesperación, era tarde, no había nadie en la parada y no conseguía cómo llegar a mi casa. Alguien en una moto me dio la cola", recuerda.

Ahora reside en una habitación cerca del hospital y ya no tiene que levantarse a las 3:30 a.m. para estudiar hasta las 5:00 a.m., que era el límite permitido para salir de su casa sin llegar tarde al trabajo.

Por 800 bolívares fuertes tiene lo básico: una cama, un estante, un pequeño televisor, un radio y un espacio para la PC que le ayuda a pagar su hermana, pues la que tenía se la robaron un día en Caracas.

El sueldo que devenga Barrera y los dos colegas residentes con los que convive y comparte un baño y cocina no da para más. "La primera quincena son BsF 880, luego nos pagan el bono nocturno si hacemos las guardias. Con eso podemos llegar a 2.500", relata mientras saca cálculos mentalmente.

El resto de los ingresos los reparte para sacar fotocopias, pues comprar un libro de la especialidad es un lujo. Una parte va para pagar el servicio de Internet, apoyo fundamental para la carrera. Otra porción "más simbólica que representativa", va directo al Táchira, donde tiene un hijo. De resto lo que le quedan son ganas de poder ayudar al mantenimiento de su familia.

"El problema de la falta de galenos sigue siendo el sueldo, no es que uno sea pesetero, pero somos médicos y merecemos una ganancia justa para vivir. Hay veces que uno no tiene para comprar una arepa y sobrevivir. Varias veces me ha provocado salir corriendo, pero no tengo otra opción", reflexiona.

Esta situación se repite con frecuencia en todos los hospitales de la capital. De acuerdo con las estadísticas manejadas por la Comisión de Estudios de Posgrados de Medicina de la UCV, más de 60% de los residentes son del interior del país.

Aunado a la situación económica Barrera resalta que las condiciones del lugar de trabajo no son dignas. Rememora el caso de una enfermera que se pinchó mientras administraba una medicina a un paciente con VIH en una habitación que carecía de luz, ya que todos los bombillos se habían quemado.

Tampoco le ha sido fácil olvidar que colegas de otros hospitales han recibido amenazas de directivos de hospitales o del ministerio. Asegura que las únicas amenazas que ha recibido son de pacientes que no reciben atención por falta de insumos. También de "contralores sociales" que le han ofrecido tiros por salir a protestar.

El futuro de su profesión le preocupa. Dice que el temor de cualquier médico es estar en las condiciones de los cubanos. Sólo se consuela repitiendo que no hay mal que dure cien años.


Beatriz Cruz Salazar
EL UNIVERSAL

 

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