miércoles, 14 de marzo de 2012

Palabras para Venezuela

Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital
Sí, nosotros pensamos que algo pasó en el evento "Palabras para Venezuela", en el cual Banesco presentó a tres paradigmáticos presidentes de Hispanoamérica: Fernando Henrique Cardoso, Felipe González y Ricardo Lagos. Pasó algo significativo, queremos decir, peculiar, inhabitual. Porque, si a ver vamos ­vainas de la globalización­, hasta por esta poco ilustrada orilla pasan personajes notables y que, en muchos casos, hasta una huella polémica han dejado.



Pero lo de estos días tuvo una estridencia especial. Si no lo creen estén atentos a las respuestas gubernamentales que se han venido produciendo, desde las de los pobres diablos que los llaman agentes del imperialismo o arrogantes que quieren darnos lecciones de democracia hasta los diablos ricos que tampoco dicen mucho pero que apuntan a la osadía del banquero que montó el espectáculo y aluden, como quien no quiere la cosa, a nacionalizaciones de la banca o a las abundosas ganancias de ésta.

En síntesis, que produjo inusual escozor y sobrevivió como noticia en medio de los arañazos del Gato Briceño en la cara de Diosdado, el agua turbia de Monagas, el recuento del año delictivo más trágico de la historia nacional, La Piedrita y la anunciada vuelta de Esteban repotenciado.

Sin duda en todo esto contó la espectacular puesta en escena y el uso eficiente de los medios radioeléctricos. Pero el factor mayor fue la naturaleza del trío en cuestión. Se trata de figuras fundamentales en el derrocamiento de dictaduras militares y de gestores protagónicos de eso que llaman milagros económicos en sus países: la España de la modernización y el destape, el Chile modélico para América Latina y Brasil como sexta economía planetaria. A estas alturas, y es importante aquí y ahora, nadie sensato podría considerarlos a la derecha. Por lo demás, los tres son hombres de edad venerable, corbatas sobrias, buenos modales y una cultura y experiencia política excepcionales, extraordinarios y avezados conferencistas. Todo lo cual los hace una especie de antítesis de nuestra dirigencia gobernante que, como se dice por doquier, es militarista, ignorante, chabacana e incapaz hasta de tapar unos huecos en las calles.

Eso hizo que todo lo que dijeron los viajeros, que nunca aludieron al país, nobleza obliga, siempre lo tuvo inevitablemente presente como la antítesis de lo que proponían. A la salida del acto si algún comentario se oía era del tipo de: "carajo, por qué a nosotros nos tocó este pedazo de vaina y no estos caballeros".

Por supuesto que no vinieron a traer la luz a los infieles. No se trataba de hacer hazañas en la academia de las ciencias humanas. Era más escuetamente la presencia viva, concreta, política, ejemplar, de la opción civilizatoria que se nos plantea hoy como salida a la barbarie que vivimos. Y eso sacó el evento de los moldes habituales de los connotados visitantes para dejar una estela de cierta cuantía.

En buena hora, además.

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