miércoles, 14 de marzo de 2012

Andrés Galarraga visita a los Marlins

El jonronero mayor de Venezuela tiene ofertas de los Mets, Bravos y Marlins

Andres Galarraga y Ozzie Gullén son todo sonrisas en el encuentro que tuvieron el martes en Jupiter, Florida. Wilmer Reina / Cortesía Diario La Verdad, Maracaibo


LUIS E. RANGEL/ENH
JUPITER, Florida --
Andrés Galarraga quizás ya no porte un uniforme de pelotero, pero de él todavía quedan rastros inequívocos del jonronero más grande que ha dado Venezuela: su recio swing y una sonrisa que parece frisada para siempre en su rostro.

El caraqueño se dejó aparecer el martes por el complejo de entrenamientos de los Marlins de Miami, en el Roger Dean Stadium, y conversó ampliamente con su compatriota, Oswaldo Guillén, así como con algunos miembros de los Bravos de Atlanta, organización a la que perteneció desde 1998 hasta el 2000.

Su presencia causó revuelo entre los peloteros que todavía recuerdan sus largas conexiones y sus movimientos de felino en la inicial.

“Siempre motiva el respeto que le tienen a uno. Me emociona que digan que uno ha sido ejemplo para ellos. Siempre es bueno. Es más incómodo si pasara por aquí y nadie me reconociera”, dijo con una carcajada.

Galarraga, quien vive en West Palm Beach, disparó 399 cuadrangulares en la gran carpa, remolcó 1,425 carreras y dejó promedio de por vida de .288 a lo largo de 19 campañas.

Su poderoso swing por estos días está enfocado en otro deporte, el golf, que practica con un gran fervor.

“Estoy jugando mucho, aunque como fanático. Es un pasatiempo personal, no es ninguna cosa de tipo profesional”, manifestó con humildad el Gran Gato, que admitió tener un promedio de alrededor de cinco o seis por encima del par de cancha, un sólido handicap para un bastonista aficionado.

El golf, sin embargo, no ha sustituido su amor por la pelota. Sólo un elemento es capaz de mantenerlo fuera de los terrenos de juego.

“No estoy en la pelota por mi familia, por estar más tiempo con ellos, sobre todo luego de pasar 25 años jugando y no ver a mis hijas, especialmente la mayor. Ahora con la menor la llevo al colegio, la busco”, aseveró.

Pero Galarraga no puede ocultar, ni quiere hacerlo, su deseo por volver al mundo del béisbol, por vertir todo ese cúmulo de conocimientos que le permitió no sólo ser uno de los peloteros más sobresalientes de la década de los 90, sino también uno de los más queridos.

“De verdad, me gustaría ser coach, ayudar a los muchachos, y especialmente a los latinos. Es lo que siempre me ha gustado”, confesó. “Atlanta me ha hablado mucho, los Mets incluso lo hicieron también, y después de eso ya no, porque están esperando por mí”.

Hasta el mismo Guillén, admitió Galarraga, había indagado acerca del futuro más cercano de su paisano.

“Guillén me preguntó, pero le dije que no, que no estoy interesado, pero siempre dejando las puertas abiertas”, reiteró Galarraga, cuyo plan, por ahora, es mantenerse fuera de la actividad beisbolera hasta que su hija menor, Adriana, de 14 años, empiece a asistir a la universidad. “Apenas está comenzando el high school, pero esa es la idea”.

El hiato de la pelota, sin embargo, pudiera romperlo, tal como lo hizo en el 2009, con el uniforme de Venezuela en el Clásico Mundial.

“Eso sí me gustaría [ser coach]. Es diferente, puedes ayudar como instructor de bateo, y es algo de pocas semanas. Además es una selección venezolana”, apuntó.

Y aunque al final Guillén no pueda convencerlo de unirse a los peces, Galarraga planea acercarse y conocer el nuevo Marlins Park, aunque guarda en su memoria momentos especiales en el “viejo” parque, el Sun Life Stadium, como aquel día, el 31 de mayo de 1997, cuando disparó, ante Kevin Brown, un jonrón de 529 pies, el estacazo más largo en la historia de la instalación.

“Esa es una de las cosas buenas, que ya nadie lo va a romper [el récord]”, concluyó con su marca de fábrica, su eterna sonrisa.

NDO/El Nuevo Herald

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