lunes, 17 de marzo de 2014

Carrito muy chocante

A diferencia de Stevenson y Juantorena, Maldonado no unifica a sus compatriotas, sino que los divide. El joven conductor, que se sepa, no ha sido seguido por ninguna masa de fanáticos y las perspectivas de que esto ocurra parecen alejarse

HÉCTOR BECERRA/TalCualDigital
Hubo una vez que los jerarcas de este trágico proceso, iniciado en los albores de 1999, pretendieron que Pastor Maldonado fuera para ellos lo que Teófilo Stevenson y Alberto Juantorena fueron en su momento para los Castro: emblemas y reflejo vivo de sus supuestos logros revolucionarios.

En la isla el objetivo propagandístico se logró por un buen tiempo, pero en esta convulsa tierra firme el efecto ha sido todo lo contrario, tanto que el piloto de Fórmula 1, sin él quererlo con toda seguridad, se ha venido trastocando en símbolo de indignación e inmoralidad.

Pisemos a fondo el acelerador y veamos por el retrovisor. El gigante Stevenson, boxeador invencible, y Juantorena, semifondista de los mejores, alcanzaron la cumbre de la popularidad y llegaron también a lo más alto de los éxitos en lo deportivo.

Durante años fueron verdaderos ídolos de la afición cubana, en una época en la que sus delegaciones atléticas siempre figuraban en la parte de arriba de los más variados medalleros.

Y esa era la idea. Los triunfos de estos insignes atletas, en plena efervescencia de la guerra fría de los 70, representaban por carambola una y otra "victoria" de las políticas adelantadas por la revolución. Así funcionaba la propaganda entonces; castillos de arena, porque tras la caída del muro la realidad dice hoy otra cosa.

Sea como sea, el propósito se logró mientras duró y no hay forma de contradecirlo. Los tipos fueron realmente buenos y de alguna u otra manera manifestaron su apego incondicional a los ideales del régimen que los mantenía económicamente ­con privilegios y cuidados de gallinitas de oro­ y que ya lleva cinco décadas y media en el poder.

Stevenson, nacido en un central azucarero en 1950 y fallecido en 2012, fue un duro de los pesos pesados. Se coronó campeón olímpico en Munich 72, Montreal 76 y Moscú 80, y en otras dos ocasiones conquistó el campeonato mundial amateur.

Sus cualidades de excepcional pugilista hicieron que le llovieran las ofertas para que saltara al profesional, en particular desde el imperio; tentaciones que supo soportar. En una oportunidad, según afirman, declaró: "no cambiaría mi pedazo de Cuba ni por todo el dinero que me puedan ofrecer". En la hemeroteca de Sports Illustrated , la principal revista deportiva estadounidense, se encuentra una portada que le dedicó al famoso peleador bajo el título "Antes Rojo Que Rico".

Juantorena también dejó huellas profundas sobre las pistas de atletismo. Le apodaban "El Caballo" por sus zancadas y su estatura de 1,92. Tras ser eliminado en las semifinales de los 400 metros planos en sus primeras olimpiadas (Munich 72), su gloria llegó en los Juegos Olímpicos de Montreal 76 al convertirse en el primer atleta que ganaba los 400 y los 800 metros en una misma edición del evento, hazaña que no se ha repetido.

Le dedicó su triunfo a Fidel Castro al recibir sus dos medallas doradas y en la actualidad el hombre es vicepresidente del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación en su país. Cualquier muchacho con aspiraciones de boxeador o corredor en aquellos años soñaba con imitar a los célebres atletas.

"Ese carajo corre como Juantorena", se escuchaba en las partidas callejeras de pelotica de goma. Ejemplos para la juventud, pues, y figuras más que apropiadas para los afiches proselitistas de La Habana. No es de extrañar por lo tanto que el muy cuestionado apoyo financiero brindado a Maldonado, a través de la empresa bandera del Estado venezolano, haya tenido su génesis en una "recomendación" de los ancianos gobernantes cubanos, asesores del chavismo en todos los ámbitos.

Solo que los resultados no han sido por ahora como lo esperaban ambos cogollos. Para comenzar, el automovilismo no es precisamente un deporte de los más populares entre los aficionados criollos, ni se acerca siquiera a disciplinas como el beisbol, el baloncesto, el fútbol y el propio boxeo que hiciera de Stevenson un héroe.

Más bien encabeza la lista de los más elitescos, el más capitalista de todos. Situación riesgosa ésta hoy en día, dada la grave crisis por la que atraviesa el país. Y para peor, al nativo de Maracay le ha ido sumamente mal al volante en sus tres años de competencias, sumando apenas una victoria, un podio, escasos 47 puntos de 1.450 posibles y dejando un feo historial de choques, sanciones y multas.

¡Qué vaina! Un emblema deportivo de la revolución roja rojita tenía que ser un ganador, pero en cambio tiene a un competidor que, vaya usted a saber porqué, se pasea por los circuitos del mundo como un perdedor recurrente con el logo de Pdvsa pegado por todas partes.

A diferencia de Stevenson y Juantorena, Maldonado no unifica a sus compatriotas, sino que los divide. El joven conductor, que se sepa, no ha sido seguido por ninguna masa de fanáticos y las perspectivas de que esto ocurra parecen alejarse.

Es difícil precisar cuántos millones de dólares desembolsó la casa matriz petrolera a la escudería Williams entre 2011 y 2012 y cuánto le pagará ahora a la Lotus ­por cierto dos constructoras con problemas económicos a cuestas ­ para mantener al aragüeño perfumado y alimentado a bordo de uno de esos costosísimos carros, mientras en los mercados de aquí la falta de divisas provoca el desabastecimiento de productos tan básicos como papel higiénico, leche y desodorantes.

Y que nadie salga a tildar esta postura de antipatriótica. Miren al vecino Brasil, donde nada menos que Pelé ha empezado a ser criticado por defender el gigantesco gasto que implica organizar en esa nación el Mundial 2014. En la tierra de O’ Rey eso sí que es un fin de mundo.

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