miércoles, 19 de marzo de 2014

La tarjeta de Maduro

La fuerte escasez obliga al Gobierno a imponer la misma tarjeta de racionamiento que creó Fidel Castro. Es como la libreta cubana un instrumento de control político para vigilar todas las actividades humanas. No se había establecido antes porque había reservas internacionales para importar bienes

JOSÉ GUERRA/TalCual
Fidel Castro impuso en 1963, la tarjeta de racionamiento para la adquisición de alimentos en Cuba como un mecanismo para hacer frente a la escasez. Castro hábilmente culpó a los Estados Unidos de la falta de alimentos. La libreta establece la cantidad de bienes que una familia puede adquirir mensualmente.

También esa libreta cubana de racionamiento es un instrumento de control político, porque el comunismo es esencialmente un sistema socio-político donde se vigila y se centralizan en manos del Estado todas las actividades humanas, desde las más simples como alimentarse hasta las más complejas, aquellas vinculadas a la espiritualidad del ser humano.

El anuncio de lo que eufemísticamente llama el gobierno la tarjeta de abastecimiento no es más que la réplica en el siglo XXI de la tarjeta de racionamiento, implantada en los países socialistas y cuyo residuo todavía permanece en la empobrecida y sufrida Cuba.

En una economía socialista lo característico es que exista control de precios. Este control por lo general se implanta para supuestamente favorecer a la población más pobre, para que tenga acceso a bienes baratos. Sin embargo, lo que suele ocurrir es que esos controles merman la producción y se genera escasez y ésta ha sido uno de los hechos sobresalientes del socialismo.

En Venezuela, los controles de precios y de cambio no han ayudado a bajar la inflación y su efecto más inmediato es el aumento de la escasez, tal como se evidencia en el gráfico, donde se aprecia claramente que tras la adopción del control de precios en 2003, la ausencia de productos en los establecimientos comerciales ha aumentado considerablemente.

Cuando se impone un control de precios, el comprador tiene la ilusión de que el bien es barato, pero en realidad no es así. Con el control de precios aparecen las colas para adquirir los bienes, por tanto conocer el precio real de un bien se torna algo más complejo de lo que aparece en la etiqueta de un artículo que se vende en un comercio.

LOS CONTROLES 
Así, frente a la escasez del bien, el consumidor tiene dos opciones y no más. La primera, si no quiere hacer la cola debe adquirir el bien en el mercado negro, cuyo precio suele ser mayor de aquel que prevalecería cuando no existe control de precios.

Vistas las cosas así, en realidad con el control de precios los bienes terminan costando más que si no hay controles. Este es el caso de la leche, el cemento, la harina de maíz, el azúcar y el aceite vegetal, entre tantos otros bienes que diariamente se comercializan en el mercado negro en Venezuela.

La segunda opción consiste en hacer la cola. Cuando esto ocurre, al precio que marca el bien hay que sumarle el costo económico para el consumidor de permanecer largo tiempo en la cola con el propósito de adquirir ciertos productos.

Otros consumidores deben ir a más de un mercado para buscar los bienes escasos. Alguien que haga cola está dejando de hacer otra cosa, como por ejemplo, trabajar o recrearse, o simplemente disfrutar del ocio.

Pero hacer una cola significa un método muy ineficiente y discriminatorio de acceder a los bienes, entre otras cosas porque quienes lleguen primero a la cola pueden adquirir productos que no es posible hacerlo para quienes lleguen más tarde.

Adicionalmente, cuando los bienes son realmente escasos, en muchos casos los que obtienen los productos son los más fuertes o quienes tienen contactos privilegiados con los vendedores.

De esta manera, al igual que en la primera opción, el bien termina costando más que si no hay control de precios. Es en este contexto en el cual debe analizarse la tarjeta que plantea Maduro, como herramienta para ordenar el racionamiento, no para resolverlo.

Por tanto, los bienes escasos se distribuirán conforme a una lógica que claramente va a dejar insatisfechos a los compradores, porque en realidad lo que sucede es que la oferta es insuficiente para cubrir la demanda. Pero no solamente eso.

Conociendo la orientación ideológica de Maduro, la tarjeta de racionamiento será igualmente un instrumento de control político, como lo son las diferentes listas que maneja el gobierno de personas humildes a quienes se les entrega un subsidio o una casa y luego se les obliga a asistir a actos partidistas del PSUV.

Esa tarjeta no se había establecido antes porque el gobierno contaba con reservas internacionales para importar bienes que se vendían con un elevado subsidio, todo lo cual complementaba la insuficiencia de la producción nacional.

Con una caída tan significativa de la producción de bienes elaborados en Venezuela y en vista del desplome de las reservas internacionales, no le quedó a Maduro más que seguir el ejemplo de Fidel Castro, con su primitivo sistema de racionamiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario