lunes, 27 de enero de 2014

El miedo tomó forma de moto

La anarquía que signa el mundo motorizado facilita y fomenta el delito
JAVIER BRASSESCO |  EL UNIVERSAL
Una de las cosas que mejor caracteriza a la Caracas de hoy es el miedo que el ciudadano común, conductor o peatón, siente hacia el motorizado, una figura que, como explica el psicólogo social Axel Capriles, ha terminado encarnando mejor que nadie a la ciudad anárquica, al venezolano alzado que no se somete a ninguna ley.


Cuando un actor social se coloca más allá de las normas suele generar miedo en la sociedad porque se le asocia a lo incontrolable, a lo impredecible. Pero no es solo eso. Capriles llama la atención sobre el hecho de que además el motorizado ha terminado representando al malandro, al delincuente, por más que la gran mayoría no lo sea: "Apenas el caraqueño oye una moto en una calle poco transitada, se le disparan las alarmas".

El sociólogo Francisco Coello relata que en Caracas el crimen siempre ha estado asociado a las motos por las propias características de este vehículo (que permite al delincuente escapar con facilidad luego de cometer un atraco), pero como no había ni tanta inseguridad ni tantas motos, no se había estigmatizado al motorizado.

Cree que desde hace más de diez años, cuando comenzó la importación masiva de motos chinas ("el vehículo del pueblo", dijo por entonces Lina Ron), unida a un relajamiento en las normas de tránsito para este gremio, al tiempo que empezaban a dispararse los índices de inseguridad, comenzó a incubarse en el ciudadano común el miedo al motorizado.

Algunos motorizados incluso creen que este miedo contribuye de alguna manera a protegerlos en el tráfico, pues son el eslabón más débil de la cadena. En general todos ellos se benefician de la anarquía en la que se mueven. A Gerson Montoya, de una línea de mototaxis en la esquina de Cruz (Candelaria), no le gusta que lo vean siempre con desconfianza por ser motorizado, pero de alguna manera también siente que eso le resulta útil: "Así nos lanzan menos los carros", dice.

El orden necesario

Pero no todos piensan así, e incluso existen motorizados que luchan porque se ponga orden. Iván Navarro, quien contribuyó a redactar el reglamento para motorizados en 2011 (que aún no está en vigencia), escribió el Código de Ética del motorizado en 2001 y que en los últimos meses ha estado en mesas de trabajo con el ministro del Interior Miguel Rodríguez Torres, cree que el motorizado debe ponerse "a derecho".

Pero cree que el Estado debe hacer un esfuerzo en este sentido, invirtiendo en campañas de educación: "Muchos jóvenes de 16 años agarran una moto y no tienen ningún tipo de conciencia y terminan afectándonos, porque el ciudadano siente rechazo hacia todo el que se monta en una moto. Cuando yo voy con mi Código de Ética a dar talleres, la gente entiende y cambia, pero hay que hacer más campañas".

Refiere que son las propias autoridades las que no deben permitir que cualquiera pueda ofrecer un servicio de mototaxi, sin registrar paradas y sin que los conductores pasen por ningún examen. Recuerda que ese reglamento de 2011 comenzó a discutirse en 2007, pero con el cambio constante de autoridades en el INTT todo era más lento y engorroso. Celebra que ahora se hayan retomado las conversaciones con el Gobierno para poner coto a lo que llama "el flagelo de la anarquía", que es el que favorece el delito.

Como dice Manuel Enrique Furelos, director de Polisucre, "la mayoría de los motorizados no son delincuentes, pero la mayoría de los delincuentes utiliza motos". Por eso cree que la restricción de horarios para circular es algo que tiene que implementarse con urgencia.

Coello piensa que para empezar a revertir ese miedo que el ciudadano siente hacia los motorizados, hay que empezar por hacer cumplir las leyes, pues está más que demostrada a escala social la relación entre anarquía y delincuencia.

Y que ahora que se habla de decretos y restricciones para la circulación de motos que regirán para toda el área metropolitana, es esencial que los mismos no terminen, una vez más, convirtiéndose en letra muerta.

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