lunes, 27 de enero de 2014

La telenovela de Maduro/Editorial Tal Cual lunes 27ene14

Por: Fernando Rodríguez/TalCual
Algo de audacia autoral tiene el haber hecho una telenovela con las telenovelas como ha pretendido el gobierno. El argumento de ésta, grosso modo, trata de demostrar que estas arpías melosas han asesinado centenares de miles de compatriotas en estos últimos quince años, liberando de culpas a la incompetencia ilimitada, la impunidad sistemática, el violentismo y hasta la complicidad ideológica del régimen chavista que muchos tenemos por ese factor x que nos hace tan propicios al crimen y nos diferencia de otros pueblos más pobres y ayunos de civilidad que nosotros.


Pero el asunto no salió muy bien, a decir verdad. La cosa se redujo a una reunión, hoy habrá otra, en que todo el mundo fue perdonado, sólo se ajustaron unas pequeñas cosas, terminar de acatar la esperpéntica ley resorte que Conatel no hace cumplir, mal policía para lo que no es misión política, y algún bloqueador tecnológico extravagante para el cable que no servirá para nada. Y a otra cosa. Era de esperarse porque el argumento era demasiado torpe.

Las telenovelas no matan ciertamente, más bien estupidizan que es distinto. En general esos culebrones repiten ad nauseam, son hipercodificadas, reducen la vida a una pobre caricatura esquemática, son sensibleras, cursis y llenas de moralina barata, hechas a las patadas…Mala televisión, con excepciones endógenas y exógenas, como casi toda la que hemos hecho en esta Patria. Enfermedad extendida, sobre todo al chavismo.

Eso sostenemos, que la visión del mundo chavista es una mezcla de telenovela con la locución del desfile del 5 de julio, una olla podrida de retazos de progresismo viejo y, sobre todo, una dosis de odio, vulgaridad y vocación tan totalitaria como las cadenas incesantes e interminables. El cursi chavista viene del Derecho de nacer mezclado con Venezuela heroica.

Pero el mal está en ese discurso de la agresión sistemática y sin límites como no habíamos conocido nunca, una especie de Laura en América política (el reality-show es la versión documental de la telenovela). Y es la clave de mucha de la violencia inducida: si el mundo se maneja a carajazo limpio, el real no el de los vaqueros o el del maluquísimo de la telenovela, pues qué estamos esperando para darle al de la joyería. De eso no se habló entre los afables conjurados de la pasada reunión en Miraflores.

Nadie quiere ahora que tanto amamos la paz, después de tantos sepulcros, acordarse de La Hojilla o del señor Nolia, para solo citar los ejemplos más inigualables. Mucho menos que el Comandante difunto tenía un gran afecto por el descabezado Mario Silva, lo alababa, le daba primicias, lo interrumpía telefónicamente, compartía en el aire humoradas tan gruesas como aquella del juego del rojo. Era pues uno de sus primeros contertulios y voceros. Y Nolia, esa culebrilla venenosa, compartía la mesa televisiva con la señora Tania Díaz ahora del equipo por la la nueva, amorosa y pacificadora televisión.

No creo que nadie se coma el cuento del aparato criminógeno y mucho menos los malandros que seguirán actuando en las mismas proporciones, hasta que un Rodríguez Torres la pegue, un poder judicial le ponga coto al 90% de impunidad, se acaben las discotecas de los pranes, y la política tenga buenos modales y recato y cosas por el estilo. Y, concedamos, haya una televisión, sobre todo pública, que se parezca a la BBC inglesa, es decir, que haga más pensantes, críticos y cultivados a nuestros conciudadanos. Cosas complicadas, pero no imposibles

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