domingo, 6 de abril de 2014

Maduro y Cabello, la cobardía política

Foto de archivo
Las recientes intervenciones públicas tanto de Nicolás Maduro como de Diosdado Cabello, han estado lejos de pretender disipar el descontento y la decepción, que se oye y se ve en las calles y avenidas del país.
Había dudas, y muchas, en cuanto a la forma como el régimen de Maduro afrontaría las actuales protestas.
Las recientes intervenciones públicas tanto de Nicolás Maduro como de Diosdado Cabello, han estado lejos de pretender disipar el descontento y la decepción, que se oye y se ve en las calles y avenidas del país. Ambos personajes, parecen haberse puesto de acuerdo para emitir discursos que no estén, ni a la altura de las circunstancias, ni a la medida de la rabia popular, que traducen éste mes y medio de protestas ciudadanas. Comenzando por la forma. A través de actos de apariencia festiva y una emisión de televisión que sin rubor alguno copia las que hacía el difunto Teniente Coronel Hugo Chávez, Maduro y Cabello, vienen haciendo un recuento de la actualidad del país, de forma tan banal como irresponsable.

Indiferentes e inexpresivos, quieren mostrarse como los líderes sin sentimientos, ningún esfuerzo por hacer empatía, mucho menos un amago de lirismo, como aquéllos cargados de barroco que Chávez hacía, en fin ningún lamento, ninguna exhortación a la esperanza.

Reafirmándose como un animal político de sangre fría, Maduro, sigue su acelerada huída hacia delante. Cabello, hace lo mismo, con otro estilo, pero mismo objetivo.

Venezuela entera, exige un cambio. Por una política más justa, por más complejo que sea el concepto de justicia en un país con instituciones desmanteladas. Por una política eficaz, coherente, comprensible y en principio de manera tímida y casi accesoria, algunos se atrevían a murmurar un cambio a la cabeza del poder máximo. En fin, la salida de Maduro. Pero los señalados, los responsables, responden a éstas aspiraciones, con violencia, con desenfado, con más injusticia, para luego caer en una cacofonía infantil, cuando reiteran su llamado a diálogo.

¿Cambio? En lo esencial nada ha cambiado, ni un ápice de novedad entre lo que Maduro decía en diciembre pasado, ninguna corrección, ningún cambio a lo que dice hoy. En materia económica, en su acoso a las empresas privadas, en la opaca administración de PDVSA, en el necesario ahorro del gasto público, en más justicia social, en fin, la negación absoluta al cambio, a pesar que el país entero a gritos, con sangre, con miedo, pero con firmeza se lo pide.

¿Es un problema de sordera? De Maduro y Cabello, sabemos muy poco de sus pensamientos e ideas, son imprecisos, jamás los han desarrollado en público. Solo sabemos su saña, y las muestras de ese placer enfermizo, el cual no ocultan, cuando andan ejerciendo de esbirros. Una prueba de ello, muy terrible, por cierto, está en como ambos, Maduro y Cabello, han calificado a María Corina Machado de "exdiputada" y la han humillado, perseguido, agredido. Todo un acto inconstitucional y una acción de gran cobardía política.

¿Perseguir diputadas es una política de Estado? ¿Son las acciones y el lenguaje, que esperaban los innumerables venezolanos que en éstas últimas semanas han tomado la calle? Pero sin duda, los de la Junta, prefieren lo fácil, lo accesorio, antes que condenar el equipo y la obra de un gobierno que durante 15 años dispuso de todo el poder, para finalmente llevar al país entero, al actual desastre y desamparo.

Como si las protestas ciudadanas tuvieran un significado ideológico, cuando de lo que se trata es de la reacción de reprobación a un sistema de gobierno supremamente incoherente y en consecuencia dañino, al extremo de dejarse dictar normas y acciones, por una potencia extranjera. Perseguir a María Corina Machado, porque así lo dispuso Fidel Castro, es un cálculo endeble, olvidemos la falta de tacto y estilo empleados para deshacerse de la diputada, esa conjetura de liliputienses, de bufones, solo los pone en evidencia, los deja al desnudo, los debilita.

No es precisamente coraje lo que le deseo a Maduro y a Cabello. Ahora que ambos lucen más decididos que nunca a llevar adelante, una política, que es la réplica exacta de aquélla que los venezolanos desde la calle condenamos. Mantenerse en el poder, les va a resultar cuesta arriba. Les tocará, mejor dicho, aspirarán a hacerlo en un contexto más difícil que el que le tocó al que los precedió en el poder. Deuda, déficit, devaluación, inflación, escasez, sistema productivo desmantelado, y la Junta, que no hace nada por simplificar, mucho menos solucionar, al menos uno de los graves problemas, de la larga lista de inconvenientes que aquejan a la nación entera.

Las exigencias se seguirán acumulando, y como hasta ahora ni Maduro, ni Cabello, han dado muestra de aptitudes para gestionar las exigencias propias de un país en medio de una severa crisis, pues sin duda, el horizonte se hará cada vez más incierto.

Tan simple que hubiese sido, ajustarse a la realidad de las cosas. Comenzando por una lectura honesta de los resultados electorales de abril 2013. Lamentablemente, esa asimilación, no va a producirse mientras esta farsa siga en el poder. El país va a atravesar, en las próximas semanas y meses, una agravación del desorden político actual, el cual acabará con las energías que le quedan a la Nación, y harán que la República sea más vulnerable de lo que ya está siendo.

@ldelion
luisdelion@gmail.com.
Cort. EL UNIVERSAL

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