miércoles, 4 de mayo de 2011

Los comandos que cambiaron la historia

MARK MAZZETTI, HELENE COOPER Y PETER BAKER/THE NEW YORK TIMES
WASHINGTON -- Durante años, la angustiosa búsqueda de Osama bin Laden no dio ningún resultado. Pero en julio pasado, paquistaníes que trabajan para la Agencia Central de Inteligencia siguieron a un Suzuki blanco que recorría bulliciosas calles cerca de Peshawar, Pakistán, y anotaron el número de la placa del auto.
El hombre que iba en el vehículo era el correo más confiable de Bin Laden, y durante el mes siguiente, operativos de la C.I.A. lo siguieron por todo el centro de Pakistán. Finalmente, dijeron funcionarios de la administración, el sujeto los condujo hasta un enorme complejo al final de un largo terraplén, rodeado por altas murallas de seguridad en un adinerado pueblo a 35 millas de la capital paquistaní.
En una noche sin luna ocho meses después, 79 comandos estadounidenses en cuatro helicópteros descendieron en el complejo, dijeron los funcionarios. Comenzaron los disparos. Un helicóptero dejó de funcionar y no pudo despegar. Las autoridades paquistaníes, mantenidas al margen por sus aliados de Washington, comenzaron a movilizarse mientras los comandos estadounidenses se apresuraban para terminar su misión e irse antes de tener una confrontación. De los cinco muertos, uno era un hombre alto y barbudo con la cara ensangrentada y una bala en la cabeza. Un miembro de los Cuerpos Elite de la Marina de Guerra (Navy Seals) le tomó una foto con su cámara y la descargó para que los especialistas la analizaran en un programa de reconocimiento facial.
De este modo terminó la más costosa y exasperante cacería humana de la historia. El cuerpo inerte de Osama bin Laden, el enemigo No. 1 de Estados Unidos, fue puesto un helicóptero para sepultarlo en el mar y no verlo ni temerle nunca más. Un país que se pasó un década atormentado por su incapacidad para atrapar al hombre responsable de cerca de 3,000 muertes violentas en Nueva York, además de las de Washington y Pennsylvania, el 11 de septiembre del 2001, por fin alcanzó un sentido, al menos en este difícil capítulo.
Para un cuerpo de inteligencia que había soportado críticas agudas por una serie de fallas durante la década pasada, la muerte de Bin Laden significó una cierta redención. Para un ejército que se ha afanado a lo largo de dos, y ahora tres irritantes guerras en países musulmanes, fue un éxito completo. Y para un presidente cuyo liderazgo en la seguridad nacional se encuentra cuestionado, resultó un momento de reafirmación que pasará a los libros de historia.
La operación fue la culminación de años de difíciles trabajos de inteligencia, incluyendo el interrogatorio de detenidos por la C.I.A. en prisiones secretas de Europa Oriental, donde a veces lo que no se dijo fue tan útil como lo que se dijo. Las agencias de inteligencia espiaron las llamadas telefónicas y los correos electrónicos de la familia árabe del correo en un estado del Golfo Pérsico y escrudriñaron las imágenes de satélite del complejo de Abbottabad para determinar un “patrón de vida” que pudiera decidir si la operación valía la pena.
Tal como más de una docena de funcionarios de la Casa Blanca, de inteligencia y del Pentágono describieron la operación el lunes, las últimas semanas fueron una tensa amalgama de pros y contras y de escenarios negativos. “No hubo una sola reunión donde alguien no mencionara Black Hawk Down”, dijo un alto funcionario de la administración, refiriéndose a la desastrosa batalla de 1993 en Somalia donde fueron derribados dos helicópteros estadounidenses y algunos de sus tripulantes fueron muertos en la acción. La fracasada misión para rescatar a los rehenes de Irán en 1980 también fue muy recordada.
Los funcionarios de la administración estaban divididos en cuanto a lanzar la operación, o esperar y seguir observando hasta estar más seguros de si Bin Laden estaba realmente allí, o si decidirse por un ataque menos riesgoso mediente un bombardeo. Al final, el presidente Obama optó por enviar comandos en lugar de realizar un bombardeo que podría causar mucho daño pero dejar en duda si Bin Laden había sido realmente alcanzado.
El domingo por la noche, mientras los helicópteros se desplazaban sobre el territorio paquistaní, el presidente y sus asesores se encontraban reunidos en la Salón de Crisis de la Casa Blanca para seguir el desarrollo de la operación. Gran parte del tiempo transcurrió en silencio. La expresión del señor Obama era “pétrea”, dijo uno de sus asesores. El vicepresidente Joseph R. Biden Jr. recorría con sus dedos las cuentas de su rosario. “Los minutos transcurrían como días”, recordó John O. Brennan, el jefe de antiterrorismo de la Casa Blanca.
El nombre de código para Bin Laden era “Gerónimo” El presidente y sus asesores veían a Leon E. Panetta, el director de la C.I.A., en una pantalla de video, narrando desde la sede central de su agencia, al otro lado del río Potomac, lo que estaba sucediendo en el lejano Pakistán.
“Han llegado al objetivo”, dijo.
Pasaron varios minutos.
“Tenemos una visual de Gerónimo”, dijo.
Y pocos minutos después: “Gerónimo EKIA” (siglas por Enemy Killed In Action, o Enemigo Muerto en Acción).
El Salón de Crisis permaneció en silencio.
Finalmente, el presidente habló.
“Lo atrapamos”.
Años antes de que los ataques del 11 de septiembre convirtieran a Bin Laden en el terrorista más temido del mundo, la C.I.A. había comenzado a compilar un detallado expediente sobre las figuras principales de su red mundial de terror.
No fue hasta después del 2002, cuando la agencia comenzó a detener a operativos de Al Qaida —y a someterlos a horas de brutales sesiones de interrogatorios en prisiones secretas fuera del país— que finalmente empezaron a llenar los vacíos sobre los soldados de infantería, los correos y los hombres del dinero que apoyaban a Bin Laden.
Prisioneros en poder de Estados Unidos narraron historias sobre un confiable correo.
Para el 2005, muchos dentro de la C.I.A. habían llegado a la conclusión de que la cacería de Bin Laden se estaba enfriando, y la máxima autoridad en operaciones clandestinas de la agencia ordenó una revisión de sus operaciones antiterroristas. El resultado fue la operación Cannonball, una reorganización burocrática que puso en el terreno a más oficiales de casos de la C.I.A. en Pakistán y Afganistán.
Finalmente, la C.I.A. obtuvo el apellido del correo. Con eso, acudieron a una de sus grandes herramientas investigativas: la Agencia Nacional de Seguridad (N.S.A.) comenzó a interceptar las llamadas telefónicas y los correos electrónicos dentro de la familia del hombre.
En julio del año pasado, agentes paquistaníes que trabajan para la C.I.A. lo avistaron manejando su vehículo cerca de Peshawar. Cuando, después de semanas de vigilancia, el hombre se dirigió al enorme complejo de Abbottabad, los operativos de inteligencia estadounidenses se dieron cuenta de que se estaban acercando a algo importante, quizás al propio Bin Laden. Se trataba de una casa de tres pisos rodeada por murallas de concreto de 12 pies de alto, coronadas por alambre de púas y protegida por dos cercas de seguridad.
En Washington, el señor Panetta se reunió con el señor Obama y con sus máximos asesores de seguridad nacional, incluyendo al señor Biden, a la secretaria de Estado, Hillary Rodham Clinton, y al secretario de Defensa, Robert M. Gates. La reunión fue considerada tan secreta, que los funcionarios de la Casa Blanca ni siquiera incluyeron el asunto en sus avisos mutuos.
Había conjeturas sobre si Bin Laden estaba realmente dentro de la casa. Siguieron semanas de tensas reuniones entre el señor Panetta y sus subordinados acerca de qué hacer después.
Durante varias semanas del pasado otoño, satélites espías tomaron fotografías detalladas, y la N.S.A. trabajó en recoger todas las comunicaciones que salieran de la casa.
En febrero, Panetta llamó al vicealmirante William H. McRaven, jefe del Comando Especial Conjunto de Operaciones Especiales del Pentágono a las oficinas centrales de la C.I.A. en Langley, Virginia, para darle detalles sobre el complejo y para comenzar a planear un golpe militar.
El almirante McRaven, veterano del subterráneo mundo de las operaciones secretas, quien había escrito un libro sobre las Operaciones Especiales Americanas, pasó semanas trabajando en la operación con la C.I.A. e ideó tres opciones: un asalto en helicóptero usando comandos estadounidenses, un ataque con bombarderos B-2 que destruiría por completo el complejo, o una redada conjunta con operativos de inteligencia de Pakistán, a quienes se informaría de la misión sólo horas antes.
El 14 de marzo, Panetta presentó las opciones a la Casa Blanca. Agentes de la C.I.A. habían estado tomando fotos de satélite, estableciendo lo que Panetta describió como los hábitos de las personas que vivían en el complejo. Para entonces, había cada vez más evidencia de que Bin Laden estaba alli.
El 22 de marzo, el Presidente preguntó a sus asesores su opinión sobre las opciones.
Un asalto en helicóptero fue la opción más favorecida. El equipo de Navy Seals que participaría en la acción empezó a hacer maniobras en instalaciones de entrenamiento en ambas costas estadounidenses, que fueron preparados para parecerse al complejo. Pero no se les dijo quién sería su blanco hasta más tarde.
El pasado jueves, el día después de que el Presidente hiciera público su certificado de nacimiento completo — estas “tonterías”, dijo a los reporteros, estaban distrayendo al país de cosas más importantes — Obama volvió a reunirse con los principales oficiales de seguridad nacional.
Panetta dijo al grupo que la C.I.A. había compartido su inteligencia con otros analistas no envueltos en el caso para ver si ellos estaban de acuerdo en que si Bin Laden estaba probablemente en Abbottabad. Ellos estuvieron de acuerdo. Había llegado el momento de la decision.
Hubo largos periodos de silencio alrededor de la mesa, dijo un asistente. Y luego, finalmente, Obama habló: “No voy a decirles ahora cuál es mi decisión; voy a regresar y pensarlo un poco más”. Pero agregó: “Voy a tomar una decisión pronto”.
Dieciséis horas después, había tomado su decisión. A la mañana siguiente, muy temprano, cuatro altos funcionarios fueron convocados al Salón Diplomático de la Casa Blanca. Antes de que ellos pudieran dar su informe al Presidente, él los cortó en seco. “La respuesta es sí”, dijo.
El domingo, funcionarios de la Casa Blanca cancelaron todas las visitas al Ala Occidental para que los turistas y celebridades de visita no se tropezaran con todos los oficiales de alto nivel de seguridad nacional reunidos toda la tarde en el Salón de Crisis revisando la información en vivo recibida de Panetta. Un empleadofue a Costco y regresó con un montón de provisiones.
A las 2:05 p.m., Panetta hizo por última vez un croquis de la operación al grupo. En menos de una hora, el director de la C.I.A. comenzó su narración vía video desde Langley. “Cruzaron a Pakistán”, dijo.
El equipo comando se había lanzado a la noche paquistaní desde una base en Jalalabad, justo del otro lado de la frontera en Afganistán. El objetivo era entrar y salir antes de que las autoridades paquistaníes detectaran la entrada en su territorio de lo que para ellos eran fuerzas desconocidas y reaccionaran con resultados posiblemente violentos.
En Pakistán, acababa de pasar la medianoche en la madrugada del lunes, y los estadounidenses contaban con el factor sorpresa. Cuando el primero de los helicópteros se lanzó cerca de la tierra, los vecinos escucharon una fuerte explosión y tiroteos.
El equipo de Navy Seals irrumpió en el complejo — la incursión despertó al grupo dentro del mismo, dijo un oficial de inteligencia estadounidense — y comenzó una pelea a tiros. Un hombre usó como escudo humano a una mujer no identificada que vivía allí, mientras disparaba a los estadounidenses. Otros dos hombres murieron y dos mujeres fueron heridas. Las autoridades estadounidenses determinaron luego que uno de los muertos era el hijo de Bin Laden, Hamza, y los otros dos eran el mensajero y su hermano. La mujer usada como escudo humano fue herida en una pierna.
Los comandos encontraron a Bin Laden en el tercer piso, y los oficiales dijeron que él se resistió antes de recibir un tiro sobre el ojo izquierdo cerca del final de la incursión de 40 minutos. Una de las esposas de Bin Laden identificó su cadáver, dijeron oficiales estadounidenses.


Cort. El Nuevo Herald

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