jueves, 18 de abril de 2013

Creen que arrasaron

Entre el fallecimiento del expresidente y las elecciones, muy pocos advirtieron el mar de fondo. La oposición está arrinconada por un gobierno que no piensa soltar el coroto y profiere amenazas. Un analista dice que las recientes elecciones venezolanas "han derivado en el peor desenlace posible"

MARIO SZICHMAN/TalCualDigital
Menos de trescientos mil votos separan al Gobierno de la oposición venezolana. Pero el gobierno chavista se está comportando con mayor descaro que cuando Hugo Chávez fue reelecto en octubre pasado con 8.191.132 votos, un 55,07 de los sufragios, derrotando a Henrique Carriles Radonski, que consiguió 6.591.304 votos, un 44,31 por ciento.

La diferencia, en esa ocasión, fue muy grande: 1.599.828 votos. El pasado 14 de abril, la diferencia ­si es que las cifras oficiales son las reales­ fue de apenas un 1,77% (262.473 votos). El gobierno consiguió 7.559.349 votos, 631.783 menos que en octubre, y la oposición subió a 7.296.876 votos, 705.572 sufragios más que en los previos comicios.

Con cierta desesperación, algunos dirigentes chavistas profieren amenazas y acusan a los dirigentes de la oposición de actos de los cuales no han podido ofrecer pruebas, ignorando que por cada persona que los respalda, hay otra que los rechaza. Entre ellos, más de 800 mil chavistas que decidieron votar por Carriles Radonski.

En un artículo escrito por un honorable chavista, Juan Gómez Muñoz, que deberían leer los chavistas que aman a Venezuela, y que son la inmensa mayoría de los chavistas, se indicó: "Ganamos, sí, pero creo que ha sido la primera victoria con un desagradable y auténtico sabor a derrota".

LÚGUBRES PRONÓSTICOS
Las semanas y meses que aguardan a Venezuela serán los más difíciles en muchos años. Venezuela recuerda un poco a la película Cabaret, a su comienzo y a su final. En el comienzo, la cámara hacía un paneo de un gigantesco y deformado espejo que reflejaba a las personas que asistían al cabaret. Hombres y mujeres de clase media y alta bebían y reían.

En el final, cuando la cámara volvía a hacer un paneo, los personajes habían cambiado. Seguían existiendo personas de clase media y alta que bebían y reían, pero a las mujeres bonitas se habían sumado oficiales alemanes.

Y algo similar está ocurriendo en Venezuela. Cada vez es más ostensible la presencia de las fuerzas armadas para impedir las protestas de la oposición.

No voy a cometer la indelicadeza de comparar a los dirigentes chavistas con los nazis. Ni siquiera con los fascistas. Siempre me causó perplejidad cuando el escritor mexicano Carlos Fuentes comparaba al presidente Hugo Chávez Frías con Benito Mussolini.

El dictador italiano tenía muchos defectos, pero era un intelectual que hablaba cinco idiomas y leía al filósofo Emmanuel Kant en alemán. Tampoco Adolfo Hitler ha sido un político de mi predilección. Aunque un periodista debe mantenerla objetividad, me cuesta tenerle simpatía a Hitler, tal vez por mi origen judío.

Pero en algún momento de su vida, Hitler tuvo a la mitad de Europa a sus pies, y controló con su formidable maquinaria de guerra más territorios que el propio Napoleón Bonaparte. Nada de eso puede decirse de Chávez.

Después de todo, ganar elecciones no es la mayor virtud de un gobernante. En cualquier nación africana el déspota menos esclarecido gana por márgenes mayores. Inclusive en una ocasión, uno de esos déspotas consiguió el 128% de los votos, y es muy difícil que hoy alguien recuerde su nombre.

EL PELIGROSO LEGADO CHAVISTA
El sorpresivo aumento en los votos del candidato presidencial opositor es en buena parte resultado del legado de Chávez en la economía. Los pobres de Venezuela comienzan a perder sus conquistas al mismo paso que las obtuvieron.

No han experimentado una acumulación de riqueza, sólo de dádivas, del mismo modo en que su partido de gobierno no logró consolidar su base social, y perdió una considerable parte que decidió votar por quien era acusado de ser el candidato del fascismo.

Y así llegamos a este peligroso momento en Venezuela caracterizado por la total incertidumbre. Una incertidumbre derivada del fenomenal derrumbe del proyecto chavista. Leo todos los días la prensa anglosajona, y si bien en la parte económica suele acertar, no tiene la menor idea de cómo se maneja la política chavista.

Es totalmente improvisada, totalmente descabellada ­no voy a cometer el gazapo de señalar que es por culpa de Diosdado Cabello­ debido a los yerros de su líder máximo.

Guiados por pautas elementales de política que funcionan en la mayoría de los países, los corresponsales extranjeros apostaron a un vasto triunfo de Nicolás Maduro en los comicios del 14 de abril apoyados en dos hechos innegables: el vínculo entre los partidarios de Chávez y su líder máximo, y el espaldarazo que le había brindado Chávez a Maduro al designarlo como su heredero.

Entre el fallecimiento de Chávez y las elecciones, muy pocos advirtieron el mar de fondo (Tal vez los menos desacertados fueron los corresponsales de The Financial Times , y de The New York Times ).

Pero existían abundantes indicios de que el chavismo sin Chávez era una cáscara vacía, y que los dirigentes chavistas eran personajes bastante deplorables, que uno no invitaría ni siquiera a una fiesta por temor a quedar mal con los invitados.

El liderazgo de Chávez creó dirigentes chavistas a la medida de Chávez, y por supuesto, engendró a Maduro. No podía haber creado otra clase de políticos.

Como el autócrata argentino Juan Perón, Chávez sólo toleraba seres sumisos. Recuerdo la frase más famosa de Héctor Cámpora, el más obsecuente dirigente peronista durante el primer gobierno de Perón. En cierta ocasión, Eva Perón le preguntó por la hora, y Cámpora le respondió: "La que usted ordene, señora".

LOS MESES DIFÍCILES
¿Qué le aguarda ahora a Venezuela? Más de lo mismo, mucho de lo peor. Carl Meacham, de la organización Center for International Studies en Washington, dijo al Wall Street Journal que los resultados de las elecciones en Venezuela habían derivado en "el peor desenlace posible.

Ha aumentado de manera grave la posibilidad de un conflicto. Y esto no desaparecerá en el corto plazo, sino que se arrastrará" durante bastante tiempo.

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