jueves, 11 de febrero de 2010

La muralla//Rocío San Miguel

La muralla cada día es más visible entre el poder ilimitado de un solo hombre y el resto de una nación. Ya no le bastan las 24 hectáreas de Zona de Seguridad que tiene Miraflores decretadas para su seguridad, o las 5.630 de Fuerte Tiuna y 82 de La Casona, sitios en los que se mueve
Por: Rocío San Miguel/TalCuaDigital
Nuevas medidas de protección adelanta el gobierno nacional, para controlar el área que circunda el Palacio de Miraflores. Las recientes expropiaciones de edificios alrededor de la Plaza Bolívar así lo confirman.
Simplemente se necesita en el conjunto arquitectónico aledaño a la sede emblemática del poder en Venezuela gente dócil y manejable:
a) empleados públicos controlables en el puñado de ministerios e instituciones del Estado que rodean la zona.
b) Comités de Defensa de la Revolución (CDR) cebados a destajo como mercenarios para activarse como cuerpos de choque y de reacción rápida frente a cualquier protesta.
c) La sede de la Milicia Nacional Bolivariana al oeste con sus cuerpos de combatientes y milicias territoriales ideologizadas.
d) Colectivos sociales armados afectos al oficialismo.
e) Los propietarios de inmuebles aledaños que aún quedan, ploteados en un mapa debidamente por Casa Militar, que tiene la facultad de ocupar los mismos, cuando las necesidades de la seguridad y defensa nacional a discreción del Presidente, así lo determinen.
Chávez tiene pánico a la gente pululando libremente a su alrededor. Sin el filtro de su Casa Militar y sus francotiradores que le acompañan en todo espacio abierto donde se presenta, edifica cada hora que pasa una muralla más alta a su alrededor.
Tiene miedo a la gente libre, especialmente si se acercan mucho al símbolo del poder. Atrás quedaron las protestas de la avenida Urdaneta, emblemáticas por décadas, en las que los trabajadores, estudiantes y sociedad civil en general expresaban sus demandas insatisfechas; incluso ya es imposible para un transeúnte caminar por la acera de la fachada norte del Palacio de Miraflores o sur del Palacio Blanco.
Están suspendidas las garantías de libre tránsito peatonal en estos espacios por orden presidencial. Sólo pueden traspasar la muralla y escamotear una ayuda, aquellas personas que individualmente son interceptadas una cuadra arriba, por un centenar de trabadores sociales que filtran diariamente a cientos de solicitantes que procuran paliar dolorosas necesidades básicas, de salud y vivienda insatisfechas en 11 años de gestión gubernamental.
Dentro del palacio en los sótanos  y sin aire acondicionado o ventiladores por causa de la emergencia energética, una decena de médicos y trabajadores sociales cabildean si hay suerte un cupo en un hospital, pues ya no quedan medicinas que entregar ni casas que ofrecer y atrás quedaron las posibilidades de seguir enviando gente a Cuba.
La muralla cada día es más visible entre el poder ilimitado de un solo hombre y el resto de una nación. Ya no le bastan las 24 hectáreas de Zona de Seguridad que tiene Miraflores decretadas para su seguridad, o las 5.630 de Fuerte Tiuna y 82 de La Casona, sitios en los que se mueve. El discurso demencial continúa extendiendo nuevas necesidades de seguridad a su alrededor.

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