jueves, 22 de marzo de 2012

Dormir con el celular en la cama altera el reloj biológico

GIULIANA CHIAPPE |  EL UNIVERSAL
Algunas personas duermen con el enemigo al lado. El enemigo es el celular y el más peligroso es el smartphone o teléfono inteligente.


La difundida costumbre de dormir con el teléfono móvil encendido bajo la almohada o a un lado de la cama causa diversos problemas. No se trata sólo de esa sospecha de que las ondas electromagnéticas pueden causar tumores cerebrales a largo plazo, sino efectos neurológicos más inmediatos que ya han sido probados.

El problema se ha intensificado debido a que los teléfonos inteligentes no entran en reposo, a menos que se apaguen. Permanecen activos recibiendo información constante como correos electrónicos, chats y mensajes de texto. Y en las noches, si está en la cama, todo esto ocurre a pocos centímetros del cerebro de quien duerme.

"La actividad del teléfono móvil, incluso si se encuentra a 20 centímetros del tejido neuronal, es decir de la cabeza, puede causar aumento del consumo de glucosa y modificación en la producción de neurotransmisores, lo que a su vez provoca dolores de cabeza persistentes, merma del rendimiento académico y síndrome de fatiga crónica", expresa Manuel Lorenzo Fernández, médico especialista en adolescentes, quienes, dice, no se despegan del celular, ni siquiera durmiendo.

El mal durmiente

Con el celular al lado, también se duerme peor. "Mantener el celular en la cama es dos veces negativo", refiere Claudio Cárdenas, médico neurólogo de Servicios K26.

Explica que el uso del móvil en la cama altera el reloj biológico que todo ser humano posee y repercute en los patrones de comportamiento, entre los que se incluye el sueño. "Si se revisa el celular, o la laptop, sobre la cama, el cerebro puede entender que es un sitio para trabajar o interactuar en vez de sólo dormir", dice Cárdenas.

A pesar de esto, el sueño realmente se altera debido a las luces que permanentemente emite el celular. Ese titilar rojizo que ocurre cuando se recibe un mensaje, la iluminación de la pantalla al recibir cualquier interacción, o el reflejo verde que indica baja batería, desordena el reloj biológico interno. "Este se regula según la luz del día o de la noche, pero el hipotálamo, responsable de este reloj, no distingue si ese impulso luminoso que recibe proviene del sol o de un aparato artificial", explica Cárdenas.

Esas luces, y los sonidos si no se ha silenciado el dispositivo, también provocan microdespertares, impidiendo alcanzar la fase de sueño REM, que es la más profunda, y que sólo se logra con 60 minutos de sueño estable. "Es en esta fase cuando el cerebro revisa la información recibida durante el día y consolida lo importante y es cuando el estudiante solidifica lo que aprende", agrega.

Desde 2006, la Organización Mundial de la Salud ha desarrollado campañas de precaución sobre el uso excesivo de los teléfonos celulares, pues estudios han sugerido que los campos electromagnéticos de radiofrecuencia modulada emitidos por estos aparatos podrían alterar áreas específicas del cerebro, incluso si su uso apenas se limita a 50 minutos diarios.

"En conclusión", enfatiza Manuel Lorenzo Fernández, "dormir con el celular encendido bajo la almohada es una pésima idea".

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