martes, 25 de enero de 2011

Bochorno en el estadio//Nelson Boccanegra 25ene11

Este minicronista se fue el sábado pasado a ver el partido decisivo entre Tigres y Leones. Comenzaron a lanzar toda clase de objetos, muchos de ellos tan contundentes como el que provocó una grave herida en la cabeza de uno de los alegres celebrantes del triunfo recién obtenido


Por: Simón Boccanegra/TalCualDigital
Este minicronista se fue el sábado pasado a ver el partido decisivo entre Tigres y Leones. Como se sabe no tengo velas en el entierro de los felinos porque sigo tercamente empeñado en que La Guaira, algún día volverá por sus viejas glorias, pero por el puro placer de ver buen béisbol me fui al stadium.

Cuando terminó el partido, que ganaron los Tigres y con eso pasaron a la final, se produjo un espectáculo tan bochornoso que me prometí comentarlo hoy en esta minicolumna.

Estamos acostumbrados a las escenas de júbilo colectivo que se dan cuando un equipo gana partidos que deciden. Uno ve cómo se vacía la cueva del ganador con todos los jugadores corriendo hacia el montículo, abrazando al pitcher y amontonándose unos sobre otros, en una suerte de "crezca el pilón". Esta vez, naturalmente fue lo mismo.

Pero lo que no fue lo mismo fue lo que por primera vez he visto en el público que va al béisbol. Desde la parte de la tribuna que está encima del dogout de la derecha, que correspondía a los Tigres, comenzaron a lanzar toda clase de objetos, muchos de ellos tan contundentes como el que provocó una grave herida en la cabeza de uno de los alegres celebrantes del triunfo recién obtenido.

Fue bochornoso, vergonzoso y hasta deprimente. Una absoluta falta de deportivismo. Fue desde luego, una parte pequeña de un stadium atestado sobre todo por la fanaticada "leona", por eso quiero creer que esos salvajes que protagonizaron el incidente avergonzaron a la mayoría. Ojalá que esto no haya sino un episodio aislado y no el síntoma de que la enfermedad que agobia al fútbol, la de las "barras bravas", se extienda al béisbol, deporte amable por excelencia, que favorece una sabrosa convivencia en las tribunas entre los partidarios de unos y otros.

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