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Restos de fuertes que defendían la capital no son conocidos y están poco cuidadosJAVIER BRASSESCO | EL UNIVERSAL
El miedo a un pirata que asoló Caracas en 1595, el temor de la Corona Española a los ataques del Imperio inglés, la necesidad de proteger de los asaltantes de camino a los miles de mercaderes que cada día transitaban por el único camino civil entre la capital y el puerto de la Guaira... todo eso dejó un rastro en esta ciudad, un rastro que ha logrado abrirse camino en el tiempo y llegar hasta hoy.
Para proteger la que por más de dos siglos fue la vía más importante de Caracas (el Camino Real al Puerto de La Guaira, hoy conocido como Camino de los Españoles), se erigió en su recorrido un sistema de fortines (cinco en total) que reinaría en la montaña durante 250 años, de 1595 a 1845, cuando repentinamente fue abandonado tras la inauguración del Camino de Catia, el trazado de lo que hoy es la carretera vieja.
El tiempo, el abandono y la inclemencia de la naturaleza hicieron su parte, reduciendo a ruinas lo que en algún momento fueron flamantes fortines, pero una restauración parcial llevada adelante entre 1982 y 1983 y la propia majestad y volumen de estas fortalezas lograron que su testimonio perdure hasta el día de hoy.
El mejor conservado de ellos es el llamado fortín de La Cumbre o de San Joaquín de la Cuchilla, edificado a finales del siglo XVIII luego de que el apoyo de España a las trece colonias británicas que luchaban por su independencia en América del Norte levantó el temor de represalias inglesas en las colonias españolas. Hoy se llega hasta allí tras un recorrido de ocho kilómetros desde Puerta Caracas (La Pastora), que puede ser hecho a pie o en rústico (tiene que ser propio, pues no hay transporte). Desde allí se pueden apreciar (y también caminar hasta allá, si se desea) los restos de otras dos fortalezas: El Atalaya o Fortín de El Medio y Castillo Negro (que así se llamaba porque era pintado con carbón para que fuese más difícil de divisar desde la costa). Del primero solo queda el terraplén donde estuvo, y el último fue casi que enterrado por la montaña, pero los trabajos de excavación de hace treinta años lograron traer a la superficie parte de sus viejos muros.
Los otros dos fortines son Castillo Blanco (cerca del de La Cumbre y donde hoy funciona una estación meteorológica) y El Salto, que está más cercano a Maiquetía, a 910 metros sobre el nivel del mar, y que fue el primero en ser levantado, allá por 1595 y luego de que el pirata Amyas Preston asolara la ciudad, a la que llegó desde la trocha de Guaycamacuto.
Víctimas de la indolencia
Aunque el de La Cumbre es el más conservado, la restauración hecha hace casi 30 años fue solo parcial, llevada adelante con el fin de dar una idea al visitante de cómo era esa fortaleza. Desde entonces se ha planteado la necesidad de emprender una restauración integral en estas antiguas fortalezas, pero nunca llegó a hacerse.
Lamentablemente, hoy el lugar lucha de nuevo contra la indolencia, y desde hace mes y medio ni siquiera tiene un guardaparques que lo cuide. Además hay mucha más basura de la que merece un sitio con tanto peso histórico, y los baños no reciben mantenimiento desde hace mucho tiempo. Una vez allí, el visitante se da cuenta además de que en ningún lugar se ofrece explicación sobre la historia de estos fortines.
Para colmo de males tampoco han recibido la publicidad que merecen como destinos turísticos, y muchos caraqueños ni siquiera sospechan que están a su alcance luego de una travesía que no es tan forzada y que en su gran mayoría puede incluso realizarse en vehículo: en un solo viaje se pueden conocer los restos de cuatro de los cinco fortines, pues el de El Salto está un poco más alejado.
En cualquier caso, todos están ahí, a la mano, descuidados, y olvidados pero todavía vivos.
La montaña, en procesión
Para proteger la que por más de dos siglos fue la vía más importante de Caracas (el Camino Real al Puerto de La Guaira, hoy conocido como Camino de los Españoles), se erigió en su recorrido un sistema de fortines (cinco en total) que reinaría en la montaña durante 250 años, de 1595 a 1845, cuando repentinamente fue abandonado tras la inauguración del Camino de Catia, el trazado de lo que hoy es la carretera vieja.
El tiempo, el abandono y la inclemencia de la naturaleza hicieron su parte, reduciendo a ruinas lo que en algún momento fueron flamantes fortines, pero una restauración parcial llevada adelante entre 1982 y 1983 y la propia majestad y volumen de estas fortalezas lograron que su testimonio perdure hasta el día de hoy.
El mejor conservado de ellos es el llamado fortín de La Cumbre o de San Joaquín de la Cuchilla, edificado a finales del siglo XVIII luego de que el apoyo de España a las trece colonias británicas que luchaban por su independencia en América del Norte levantó el temor de represalias inglesas en las colonias españolas. Hoy se llega hasta allí tras un recorrido de ocho kilómetros desde Puerta Caracas (La Pastora), que puede ser hecho a pie o en rústico (tiene que ser propio, pues no hay transporte). Desde allí se pueden apreciar (y también caminar hasta allá, si se desea) los restos de otras dos fortalezas: El Atalaya o Fortín de El Medio y Castillo Negro (que así se llamaba porque era pintado con carbón para que fuese más difícil de divisar desde la costa). Del primero solo queda el terraplén donde estuvo, y el último fue casi que enterrado por la montaña, pero los trabajos de excavación de hace treinta años lograron traer a la superficie parte de sus viejos muros.
Los otros dos fortines son Castillo Blanco (cerca del de La Cumbre y donde hoy funciona una estación meteorológica) y El Salto, que está más cercano a Maiquetía, a 910 metros sobre el nivel del mar, y que fue el primero en ser levantado, allá por 1595 y luego de que el pirata Amyas Preston asolara la ciudad, a la que llegó desde la trocha de Guaycamacuto.
Víctimas de la indolencia
Aunque el de La Cumbre es el más conservado, la restauración hecha hace casi 30 años fue solo parcial, llevada adelante con el fin de dar una idea al visitante de cómo era esa fortaleza. Desde entonces se ha planteado la necesidad de emprender una restauración integral en estas antiguas fortalezas, pero nunca llegó a hacerse.
Lamentablemente, hoy el lugar lucha de nuevo contra la indolencia, y desde hace mes y medio ni siquiera tiene un guardaparques que lo cuide. Además hay mucha más basura de la que merece un sitio con tanto peso histórico, y los baños no reciben mantenimiento desde hace mucho tiempo. Una vez allí, el visitante se da cuenta además de que en ningún lugar se ofrece explicación sobre la historia de estos fortines.
Para colmo de males tampoco han recibido la publicidad que merecen como destinos turísticos, y muchos caraqueños ni siquiera sospechan que están a su alcance luego de una travesía que no es tan forzada y que en su gran mayoría puede incluso realizarse en vehículo: en un solo viaje se pueden conocer los restos de cuatro de los cinco fortines, pues el de El Salto está un poco más alejado.
En cualquier caso, todos están ahí, a la mano, descuidados, y olvidados pero todavía vivos.
La montaña, en procesión
Una manera muy peculiar de conocer los 18 kilómetros del Camino de los Españoles es participar en la procesión que se realizará el próximo viernes 11 de febrero desde La Pastora hasta Maiquetía.
El evento se celebra de manera casi ininterrumpida desde 1884 y es el primer culto a la virgen de Lourdes fuera de territorio europeo. La misma cuenta siempre con una asistencia multitudinaria que sobrepasa de largo los mil fieles pero que en su mejor época llegó a diez mil. La celebración comienza con una misa en la iglesia de La Pastora (frente a la plaza) a las cinco de la mañana y culmina con otra en la iglesia de San Sebastián, Maiquetía, a las cinco de la tarde.
La peregrinación se ha suspendido solo cinco veces desde que se realizó por primera vez, dos por motivos políticos (durante el régimen de Guzmán Blanco y tras la caída de Pérez Jiménez) y tres debido a causas naturales: tras el terremoto de 1968 y en 2000 y 2001 por la tragedia que asoló Vargas.
Fundhea (Fundación Historia, Ecoturismo y Ambiente) promociona la procesión.
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