jueves, 16 de agosto de 2012

Sin agua potable/Por mi Madre jueves 16ago12

Cada día se realizan más denuncias sobre el estado de los hospitales en el país. En el Hospital Universitario de Maturín además de acostar a los pacientes en el piso, no cuentan con agua potable, por lo que preparan los alimentos con agua que hirven del chorro y no tienen otra alternativa que restringir el uso del vital líquido y las personas deben cargar sus tobitos. Atiende a tu pueblo Chacumbele

Cada día se realizan más denuncias sobre el pésimo estado de los hospitales del país. Aunque el gobierno nos quiera vender que todo está perfecto, que la salud es una prioridad y está garantizada, la gente vive momentos amargos cuando acude a un centro de salud.

El Hospital Universitario de Maturín no es la excepción a este drama. En ese centro, además de acostar a los pacientes en el piso, no cuentan con agua potable, por lo que para preparar los alimentos tienen que hervir el agua que sale del chorro. Además no tienen otra alternativa que restringir el uso del vital líquido y las personas deben cargar sus tobitos.

 Las vivencias de los pacientes en los hospitales administrados por la revolución dan para escribir páginas enteras, pero desde el gobierno sólo están pendientes de las necesidades y exigencias de Chacumbele, quien desde hace tiempo está desvinculado de la realidad y que en nada demuestra querer solucionar las vicisitudes que sufre el soberano.

Castigo a Mérida
Como si de apagar y prender un suiche se tratará el gobierno castiga de manera cruel a los habitantes de Mérida, por lo que luego de las 6 de la tarde, se convierte en la propia boca de lobo y sus habitantes viven al asecho de esta
En materia de energía la ciudad de Mérida, y las que preceden la llegada a la Ciudad de los Caballeros, como Mucuchíes, Mucurubá y Tabay, están tan castigadas como el resto del país. Lo de Mérida se entiende: a punta de votos fue desalojado el alcalde rojo y en su lugar la ilustrada urbe colocó a un rector, ¡casi nada!, para regir sus destinos ciudadanos.


Mérida, después de las 6, es una ciudad oscura, parece un escenario de guerra; en los espacios que otrora ocupaban universitarios con sus sillas de extensión y los amables parroquianos, queda el silencio y el miedo. Pero una sonrisa de alivio reconforta a estas buenas gentes: los afiches gigantes del Primer Poeta Nacional desaparecen con la oscuridad, ¡y los buhoneros! llevándose su sonrisa retocada por lo más capitalista de las recetas de la cosmetología y el mercadeo. Mentir mintiendo, pues.

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