miércoles, 26 de septiembre de 2012

Correcaminos

Sencillamente es, para decirlo en el lenguaje del embajador Roy Chaderton, otro episodio de comiquita: el veloz correcaminos dándole tres veces y media la vuelta al país, mientras el torpe coyote se estrella en su afán de atraparlo, a pesar del derroche en toda esa quincallería china marca Acme

ELIZABETH ARAUJO/TalCualDigital
Es verdad que hace once años, tras la vorágine y las horas de angustia que sucedieron a la noche del 11 de abril, reinó de tal modo una confusión política inexplicable que ciertas televisoras (salvo Globovisión) optaron por transmitir series policiales y documentales. El episodio se convirtió para el otrora refinado diplomático de la cuarta república Roy Chaderton (devenido en un santiamén en revolucionario) en la hora de las comiquitas.

Cada vez que Chaderton expone en Washington el argumento del gobierno bolivariano, cualquiera sea el tema, apela al 11 de abril y aburre a la audiencia echando otra vez el inefable capítulo de Tom & Jerry.

Desde luego que ahora la oposición venezolana es otra. Pagó su travesía por el desierto y aprendió de los errores propios y ajenos hasta consolidar una propuesta coherente que hoy rinde sus frutos y se abre a la vista del mundo con el triunfo seguro de Henrique Capriles. Contra todo pronóstico y a pesar de que Hugo Chávez hubiera preferido otro candidato "con más ranking", el Flaco ha transformado la campaña electoral en un maratón que, solo con verlo, cansa: una mañana visita el estado Bolívar y al mediodía está pisando Mérida.

En contraste con la pesada y burocrática campaña gubernamental, cuyo abanderado se pasea junto a Maripili y tres agentes cubanos montados en una carroza, la agenda de Capriles está por entrar en el libro de los records de Guiness. Recorridos, mitines, casa por casa, pueblo por pueblo, y diálogos con la prensa constituyen algunos de los elementos que este hombre añade a su juventud, honestidad y carisma personal.

De allí que ni los saltos de talanquera, ni los correos electrónicos inventados por el siquiatra Jorge Rodríguez ni el video de Ruperti contra el diputado Juan Carlos Caldera hagan mella en el avance indetenible de Capriles Radonski, y que incluso haya hecho enmudecer a los encuestadores con oficinas en Venezolana de Televisión.

Sin apelar al uso de los cuantiosos recursos del Estado, ni al degradante arreo obligatorio de empleados públicos ­como si se tratara de ganado­ ni al abuso descarado de cadenas televisivas para asuntos insólitos como inaugurar un pedazo de carretera o mostrar una fábrica de jugo de frutas, Capriles está dictando una cátedra de política, basada en un predicamento elemental: escuchar a la gente y palpar los verdaderos problemas del país.

Desde 1998, cuando aquel huracán llamado Hugo Chávez barrió con sus opositores, los venezolanos no habían comprobado in situ la multiplicación de un mensaje político fresco y carente de triquiñuelas para llegar al poder. Sencillamente es, para decirlo en el lenguaje del embajador Roy Chaderton, otro episodio de comiquita: el veloz correcaminos dándole tres veces y media la vuelta al país, mientras el torpe coyote se estrella en su afán de atraparlo, a pesar del derroche en toda esa quincallería china marca Acme.

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