viernes, 8 de abril de 2011

Milicias escolares

María la del barrio conversa animadamente con sus amigas en la bodeguita de su sector. Estoy asombrada, les dice, con los avances que ha tenido mi hijo en su conducta, desde que impusieron el Plan Integral de Educación Militar

Por: Jesús Elorza/TalCualDigital
María la del barrio conversa animadamente con sus amigas en la bodeguita de su sector. Estoy asombrada, les dice, con los avances que ha tenido mi hijo en su conducta, desde que impusieron el Plan Integral de Educación Militar en todo el sistema educativo venezolano.

Ahora, se levanta todos los días a las 5 am para hacer ejercicios físicos e izar la Bandera Nacional. Antes de salir de la casa, deja su cuarto arreglado. Cuando le pido algo, me responde "ordena, madre, estoy aquí para obedecerte"... qué bello es mi hijo.

Pero, de un tiempo para acá, mi asombro se ha ido transformando en una progresiva preocupación. Primero fue cuando le cambiaron su uniforme escolar de franelita blanca y pantalón azul, por uno verde oliva.

Diariamente, saluda con su mano en alto y al frente un afiche del Comandante presidente que tiene en el cuarto "Quiero ser como tú, Patria, Socialismo o Muerte".

Casi me desmayé, cuando un día lo vi llegar a la casa con un fusil AK-47 más grande que él.

¿Qué es eso, hijo? Me respondió que era el arma revolucionaria que le habían asignado para defender la Patria de la invasión de los Marines Imperialistas.

Al borde de un infarto, por ese comportamiento y lenguaje guerrerista opté por cambiarle el tema y le dije: cómo vas en matemáticas, biología y castellano.

Con arrogancia y soberbia, me respondió que esas eran materias de la IV Republica, que ahora sólo estudiamos,

El Arte de la Guerra y el Pensamiento de Chávez. Mamá, tan profundo es el cambio curricular, que las actividades con plastilina del Pre-escolar fueron sustituidas por el manejo de explosivos plásticos C-4.

Amigas, lo más grave, fue cuando presencié una redada en el barrio dirigida por las Milicias Escolares. Mi hijo, comandando un pelotón, arremetió contra sus amigos por el solo hecho de ellos oponerse al servicio militar revolucionario. Después de golpearlos los hicieron presos y hasta el sol de hoy no hemos vuelto a verlos.

Con una sonrisa macabra dibujada en su rostro, mi hijo se limita a decirme que los enviaron a los Centros de Reeducación Revolucionaria "Pol-Pot" ubicados en Bolívar y Sucre. Ay mi Dios, me dije a mí misma, creo que han reactivado los Campos de Concentración de Guasina y El Dorado.

Un día, estando de visita mi hermano, comenzamos a hablar sobre la situación política del país, la inseguridad, el desempleo y la inflación. Mi hijo, que nos escuchaba, se enfureció y comenzó a acusarnos de conspiradores y golpistas.

Cuando le reclamé que nos respetara, se fue de la casa. Pero, al cabo de un rato, regresó con un escuadrón de policías y allanó nuestro hogar. Fui detenida y en los calabozos del organismo de seguridad nacional ¡mi propio hijo comenzó a torturarme!, colocándome una bolsa plástica en la cabeza para ahogarme, mientras me preguntaba dónde estaban las armas con las que pretendíamos asesinar a su Presidente.

Bañada en sudor, me desperté y me di cuenta de que todo fue una horrible pesadilla. Me levanté, vi a mi hijo durmiendo tranquilamente en su cuarto y me fui a la cocina a prepararme un guarapito de tilo para calmar mis nervios, cuando de pronto escuché en la radio al ministro de Defensa anunciando la Resolución de su despacho que hace obligatoria la Instrucción Militar desde el Pre-escolar y que las Milicias Bolivarianas serían las encargadas del adoctrinamiento de los niños y jóvenes en las escuelas.

De inmediato, salí a la calle a buscar a mis compañeras del barrio que también habían oído la noticia y por unanimidad decidimos constituir el Comité de Lucha por una educación en Libertad y Democracia.

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