lunes, 4 de julio de 2011

El cáncer y los pequeños seres/Fernando Rodríguez 04jul11

Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital
Quizás no esté de más apuntar que lo acontecido recientemente en las entrañas del primer mandatario sirve, en el fondo, como una lección colectiva de metafísica: la vida es asunto muy precario y el poder tiene demasiado de vanidad, de gloria efímera, de vacía gratuidad. Pero no es, por supuesto, la ocasión para tales disquisiciones sobre el sentido y el absurdo de nuestro tránsito terrenal, aunque conviene no olvidarlo.


Como tanto se ha dicho en tan poco tiempo basta enumerar la manera, tan suya, como el estamento gobernante ha manejado el delicado asunto. Puesta en suspenso la presencia del Único, los mozos y mozas de la corte han hecho silencio o mentido descaradamente sobre el grave problema pélvico. Han violentado, con más descaro que nunca, la Constitución para que ni siquiera temporalmente el Jefe perdiera algunas de sus hiperbólicas prerrogativas y pudiese convertir La Habana en la capital de la bolivariana república, sin otro criterio de temporalidad que la de los tratamientos hospitalarios del Jefe:
os artículos 18 ("La ciudad de Caracas es el asiento de los poderes públicos") y 234 (" Las faltas temporales del Presidente de la República serán suplidas por el Vicepresidente Ejecutivo") de la magna carta fueron decretados inexistentes. La adulancia dio un salto inflacionario en cantidad y calidad, y en tal sentido me conmovió una zalamería teológica de la presidenta del Tribunal Supremo que reza más o menos así: Dios le ha asignado un papel fundamental a Chávez, todo lo que Dios hace es perfecto, luego Chávez se curará inevitablemente. Conmueve tan confianzudo trato con la divinidad. Y, sobre todo, los diminutos líderes sintieron de un lado el horror de la orfandad y de otro, entre sus pensamientos más íntimos, la excitación de los deseos de poder y tuvieron pesadillas sobre guerras fratricidas, las del chavismo sin Chávez.

Por una noche Chávez fue conmovedor. Habló con certeza, brevemente, leyó y no desvarío un instante, los ripios fueron pocos y dijo con coraje parte de lo que había que decir sobre la dolorosa situación. Cerró muchas incógnitas, aunque abrió otras no menos complicadas. Pero fue flor de un día ese Chávez dramático y altivo, la noche siguiente hizo lo que siempre hace: una cadena para escenificar un teatro de cuatro tipos trabajando (pésima la escenografía) y nos atiborró de anécdotas personales baladíes, disparates sobre Nietzsche, propaganda burda y otros enseres que todos conocemos. Algunos nos aterrorizamos cayendo en cuenta que la televisión permite superar cualquier distancia y que podríamos tener en casa ese peculiar gobierno habanero, a cadenazo limpio.

Nosotros queremos que Chávez se cure y pronto. Refugiarse en Dios o en la Naturaleza para ganar una batalla es un acto cobarde y de falta de humana gallardía. Además su falta absoluta podría generar un caos en ese saco de gatos que es el chavismo peor que su pesado dedo y sus extravagantes caprichos.

Necesitamos mantener la paz y luchar por una observancia plena de la Constitución, para empezar dándole realidad a la sustitución temporal del Presidente, y continuar nuestra ruta democrática hacia los votos del 2012 que son las armas con que queremos combatir y triunfar.

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