Tomarse un café de baja o alta calidad en Venezuela tiene el mismo valor por falta de distinción en el empaquetamiento. El empeño del Gobierno por meter a todos los productos en el mismo costal de regulación causa la distorsión
Por: Luisa Benavides/TalCualDigital
El consumidor venezolano viene hace algunos años conformándose con la poca variedad de productos que consigue en los anaqueles. La casi obligada política gubernamental de limitar las diferentes presentaciones de alimentos en el mercado ha golpeado especialmente al sector cafetalero.
Aunque en septiembre del año pasado el Ejecutivo estableció los precios a nivel de productor para los cinco tipos de café verde (lavado bueno "A"; lavado bueno "B"; lavado bueno "C"; natural bueno y natural corriente) en la cadena de comercialización no hay precios fijados para el café molido de acuerdo a su composición de granos.
Esta falta de distinción mantiene sin incentivos al sector industrial debido a que el Gobierno ha pasado por alto el establecimiento de precios de acuerdo al tipo de café que se coloque en los anaqueles. Sólo se regula el precio del producto por su peso sin tomar en cuenta su calidad.
Debido a que hacer estas distinciones implica modificar el precio del producto, un vocero del sector cafetalero indicó que ya que el Gobierno es dueño del 70% de la industria procesadora nacional, puede cancelar un subsidio para que el consumidor no se vea afectado. "El 70% del café que se consume en el país es de clase popular por lo que se procesa con los granos de clase intermedia. Pero si se llega a colocar un café de alta calidad tendría el mismo precio en el mercado por lo que no vale la pena", señaló el experto.
Para los productores esto también representa una falta de incentivo. Los granos de alta calidad no tienen tanta demanda en la industria por lo que no es rentable hacer grandes inversiones de tecnología y buena genética en los cafetales.
BIEN LEJOS Café con distintos aromas y sabores son algunas de las opciones que los consumidores venezolanos no han podido tener en sus anaqueles desde hace mucho tiempo y, debido a las estrictas regulaciones en el sector procesador, parece que las opciones seguirán limitadas.
Los industriales han manifestado en los últimos meses que se encuentran con "una camisa de fuerza" debido a la baja rentabilidad. Cuando se produjo el ajuste de precios el año pasado, se quejaron de que recibieron un aumento de 7% mientras a los productores se les ajustó 20%, por lo que se han enfrentado dificultades para cubrir la estructura de costos.
Esta situación ha golpeado especialmente a las pequeñas y medianas torrefactoras que siguen en manos del sector privado y que les cuesta más sortear las imitaciones de precios.
Las grandes procesadoras ya las tomó el Gobierno y las mantiene con materia prima importada.
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