jueves, 29 de septiembre de 2011

Llueve y escampa/Teodoro Petkoff 29sep11


Por Teodoro Petkoff/TalCualDigital
Nunca en su historia moderna este país había vivido una situación en su infraestructura tan catastrófica como la que nos ha deparado el gobierno de Hugo Chávez. Este país se está cayendo a pedazos.
Si hiciéramos una lista de todo lo que se encuentra inservible o semidestruido podríamos ocupar varias páginas del diario.

Nada más que por encimita, comencemos por las empresas de Guayana, otrora orgullo de este país, y que a pesar de todos los defectos propios del estatismo, funcionaban adecuadamente y producían. Sidor, que vivió un breve y próspero interregno privado, está sumida ahora, reestatizada de nuevo, en una crisis crónica y las empresas del aluminio son verdaderas ruinas, cuya capacidad productiva está disminuida a mucho menos de la mitad y más bien operan como importadoras de aluminio para surtir a sus clientes, tal como Sidor debe importar las cabillas que hoy no produce.
Toda la infraestructura eléctrica del país está literalmente colapsada. El único sitio donde no se siente es Caracas, pero el interior es un infierno, porque toda la electricidad es desviada a la capital para aparentar que todo marcha magníficamente. No hay manera de que reparen a Planta Centro, no hay manera de que pongan a funcionar las barcazas que supuestamente debían suplir de electricidad a Caracas y a la Costa Oriental del Lago; La Vueltosa no termina nunca, las plantas termoeléctricas por construir continúan en los planos y el sistema de transmisión sigue esperando por los 500 millones de dólares de los 750 que se presupuestaron para su rehabilitación y que se "extraviaron" en la insondable bolsa de la chavoburguesía y sus cómplices oficialistas.
La joya de la corona, Pdvsa, debe más plata de la que le deben y que tampoco cobra.
Las arbitrarias confiscaciones de las contratistas de la Costa Oriental del lago las está pagando la producción petrolera de la zona, que viene cayendo en barrena. A diferencia de Guayana, Pdvsa todavía sobrevive porque los precios del petróleo la ayudan por lo menos a pagar la nómina porque los planes de inversión o están pospuestos o se mueven a ritmo de tortuga.
Y si hablamos de escuelas, hospitales, carreteras, autopistas, puentes, lo que entran son ganas de llorar. Autopistas bloquedas por derrumbes; carreteras destrozadas por huecos que nadie repara; toda la red vial del país exige un vasto plan de rehabilitación porque hasta en tiempos de Gómez, a pesar de que las vías eran de tierra, estaban en mejor estado. Por cierto, estatizaron Conferry. Cierto es que esta empresa merecía una severa sanción y multa por su pésimo servicio, pero es de temer que pronto, a tenor de todo lo ya señalado, en lugar de Conferrys tendremos Sinferry, porque nuestro Premio Nobel de Química ya se sabe en qué transforma a todo lo que le pone la mano.
El país está en franca decadencia. Su propio presidente es el emblema cabal de ello.
Los años de entusiasmo y sensación de progreso quedaron ya muy atrás. Se respira un aire de abatimiento, de desmotivación generalizada, de pérdida de ímpetu.
Lo único que está vivo es el espíritu de lucha, que se sobrepone a todas las pesadumbres y sigue manteniendo viva la esperanza de que llueve y escampa. 

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