lunes, 3 de octubre de 2011

Dentro de la revolución todo


Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital
La distinguida escritora y bloguera cubana Yoani Sánchez ha escrito un artículo, publicado ayer en Literales, sobre laudatorias conmemoraciones de intelectuales cubanos a propósito de la famosa frase de Fidel, dicha en los albores de la revolución, cincuenta años ha: “Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”. Para los celebrantes ésta habría definido un camino fecundo y novedoso para el arte cubano.
Para Sánchez habría creado, desde un principio hasta hoy, la horma férrea que permitió el dogmatismo, la censura, las persecuciones, el cepo de la libertad del pensamiento y el arte. A ella contrapone la frase que en el mismo sitio y a la misma hora dijo, a voz plena, el gran escritor cubano Virgilio Piñera: “tengo miedo, mucho miedo”, que profetizaba los males por venir.

Uno podría coincidir muy genéricamente con la autora, en el sentido de que Cuba nunca ha permitido una cultura verdaderamente libre y plural y que no pocos actos indignos se cometieron contra autores y obras, muchos de gran valía. Pero es interesante matizar un poco el asunto, de suyo ella lo hace, algo contradictoriamente.

La frase en cuestión es prácticamente vacía, puede decir mucho o poco, depende de lo que se entienda por “todo” y “nada”. Y creo recordar con certeza que en esa época en que la revolución contaba con el apoyo de lo más brillante de la intelectualidad latinoamericana y allende ­¡hasta Vargas Llosa, válgame Dios¡­ la frase en cuestión cayó muy bien y, supuestamente, se diferenciaría de la cultura revolucionaria inspirada en los barbudos de los estrechos cánones del realismo socialista tradicional, por lo demás ya bastante averiado por el vigésimo congreso del Partido Comunista soviético, en el 56. Se suponía, simplemente, que todo era mucho; todo menos aquello que atentase directamente con la precaria estabilidad de la isla y las amenazas nada formales de su poderoso vecino.

En realidad, la autora reconoce que el período duro, de sovietización intensa y de rompimiento con gran parte de los intelectuales amigos a partir del Caso Padilla, corresponde al quinquenio 70/75 y, por ejemplo, que la exclusión de Piñera fue dos décadas después de su atrevido desafío a Fidel. De manera que hay que suponer, y así es, que hubo épocas con climas más benevolentes.

De lo que se trata en esta precisión no es sólo una gratuita precisión histórica sino de asentar tres cosas: reconocer las nobles y duras batallas de muchos artistas cubanos por lograr obras de calidad y, sobre todo, de osada crítica al régimen en todas las artes, en especial en el cine y la plástica; que el meollo de la cuestión es más hondo que el uso oscilante que se dio a la sentencia fidelista: que alguien tenga el derecho a decir qué es todo y qué es nada, y, por último, que la represión de la cultura OFICIAL cubana fue casi siempre, y es medio siglo, menos bárbara e ignorante que la del chavismo. Son cosas que cuentan a la hora de analizar y diagnosticar.

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