jueves, 20 de septiembre de 2012

El abismo de la política

Debilitar la candidatura de HCR es inaceptable, pues ya le pertenece al pueblo y a la democracia. Los ciudadanos tenemos un rol muy importante que cumplir no tolerando pillerías ni desvíos de la ética

VLADIMIRO MUJICA/TalCualDigital
Cuando parecía que nuestra cuota de malas noticias de este mes de septiembre se había colmado con la nueva de la muerte de Fernando González, un nuevo vaivén de la danza donde todos somos bailarines forzados se lleva a mi hermano Pedro Juan. Obligándome a pensar sobre algo para escribir en mi columna que no me lleve demasiado lejos de las memorias que me ocupan, me sorprendo encontrando como por coincidencia un tema cercano a la experiencia vital de mis dos queridos y recientes ausentes.

La Política es probablemente el ejercicio más complejo de convivencia y negociación humana. Tan sólo tener la posibilidad de poder manejar nuestras disputas sin llegar a la violencia se le debe en buena medida a la Política y su pariente cercana el Derecho. No es ninguna coincidencia que las naciones más avanzadas cuentan con sistemas políticos y jurídicos relativamente estables y cuando éstos entran en desarreglo normalmente se producen grandes cambios o tragedias.

En la Venezuela pre-Chávez se puso de moda un pernicioso ejercicio al cual se dio en denominar la antipolítica. Algunas de sus manifestaciones iniciales parecían tener el ingrediente positivo de que incorporaban un tipo de acción comunitaria y ciudadana que parecía quitarle a los partidos políticos el monopolio exclusivo del accionar político.

Algunas prominentes figuras de los medios de comunicación fueron muy influyentes en generar una imagen de los políticos como seres toscos, ignorantes y, sobre todo, corruptos. No cabe la menor duda de que la historia venezolana no ha estado exenta de políticos corruptos y que la pérdida de confianza de la ciudadanía en el liderazgo político no carece completamente de justificación. Dicho esto, el daño que se le produjo al país al demoler públicamente el oficio de político fue inmenso y todavía no hemos terminado de pagar las consecuencias.

La paradoja brutal para la sociedad venezolana es que intentando huir de la antipolítica y la corrupción, el país cayó precisamente en manos de los reyes de la antipolítico, representados en la promesa revolucionaria de la refundación de la república. Estos no solamente mantuvieron los peores estilos de la politiquería sino que elevaron la corrupción a proporciones galácticas. Por si eso fuera poco, el jugar al aprendiz de brujo le ha costado a Venezuela entrar en una zona de retroceso en todas las libertades democráticas.

El asunto del rescate de la ética en la política y la función pública es pues un asunto de supervivencia de las sociedades democráticas. Con tareas pendientes en esta materia, Venezuela no está sola en el concierto internacional. El caso de Italia, por ejemplo, es paradigmático del proceso de corrupción de la democracia y las instituciones que puede ocurrir cuando alguien con medios financieros y políticos ilimitados como Berlusconi accede al poder.

NO ES SUFICIENTE
No es suficiente denunciar las carencias del chavismo en la gestión pública y en el oficio de político. Con frecuencia hemos visto que el juego político pequeño en el bando opositor ha determinado que se lleguen a perder elecciones importantes. La convicción de que la democracia y la libertad están realmente en juego debería llevarnos a entender que es indispensable exigirle al liderazgo del país, o a quienes pretenden ocupar el nuevo liderazgo, un nuevo compromiso donde la ética juegue un papel resaltante.

Es indudable que estando el poder de por medio la tentación por ocuparlo a como dé lugar siempre estará presente, pero es indispensable incorporar los valores éticos a nuestro lenguaje ciudadano.

Uno de los últimos episodios de la peor práctica política lo constituyen los intentos del chavismo por comprar voluntades y apoyos. Esto no solamente se aplica, como podría pensarse, a quienes tienen altos cargos políticos o económicos. Se aplica al ciudadano común que es capaz de corromperse por una dádiva revolucionaria.

Yo quiero pensar que detrás de los ejemplos recientes de David de Lima, William Ojeda y Hermánn Escarrá se esconde algo más que la corrupción vil de voluntades. Pero aún si ese fuese el caso, es decir que no se están corrompiendo personalmente, de todas maneras su conducta es profundamente cuestionable porque se debilita un esfuerzo enorme que se está haciendo para que el país pueda salir de esta pesadilla.

Debilitar la causa de Capriles es inaceptable porque su candidatura no le pertenece a él solamente sino a una proporción muy importante del pueblo venezolano que está reaccionando contra el autoritarismo. Hasta ahora hay que decir que la reacción de HCR frente a estos episodios y el también lamentable que involucra a Juan Carlos Caldera ha sido impecable, al poner la causa mayor de la nación por encima de estos eventos.

Recuperar el daño que se ha hecho a la democracia venezolana debilitando la imagen de los políticos va a tomar años. Los ciudadanos tenemos un rol muy importante que cumplir no tolerando pillerías ni aceptando conductas incompatibles con el rol de líderes que deben jugar los dirigentes políticos. En esta materia es terriblemente cierto que los pueblos tienen, en gran medida, los líderes que se merecen. Una oportunidad para cambiar eso se está abriendo lentamente. En nuestras manos está que no se pierda.

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