Por: Adriana Balaguer
¿Abrís el horno mil veces para ver si el bizcochuelo está a punto? ¿Aunque sabés que tenés que esperar que él te llame, no aguantás y le mandás un mensaje de texto al celular? ¿Caminás por las paredes el día antes a un exámen, lo que te impide concentrarte para estudiar? ¿Te subís a la balanza para ver si bajaste de peso aunque el nutricionista te pidió que no lo hagas hasta la próxima consulta?
Si algunas de estas reacciones son habituales en tu vida, es hora de que asumas tu ansiedad. Pero no te angusties, no estás sola: en la actualidad se estima que un 20.6% de la población mundial sufre algún trastorno de ansiedad, generalmente sin saberlo. Además, la ansiedad es un síntoma muy común entre los adolescentes, a quienes el vértigo por lo que vendrá (saben que en algunos años tendrán que tomar decisiones muy importantes para el resto de su vida), les modifica el estado de ánimo y hasta la personalidad.
Los síntomas de ansiedad son muy diversos y tal vez los más comunes consistan en hiperactividad, que se manifiesta con taquicardia, sensación de ahogo, temblores en las extremidades, sensación de pérdida de control o del conocimiento, transpiración, rigidez muscular, debilidad muscular, insomnio, inquietud motora, dificultades para la comunicación, pensamientos negativos y obsesivos…
Pero la ansiedad (del latín anxietas, “angustia”, “aflicción”) no solo altera el organismo de quien la padece, sino también la vida de los otros. ¿Nunca pensaste que si actúas por efecto de la ansiedad, no sólo estás forzando los tiempos normales de un proceso, sino que estás apurando al otro a definirse en una situación que, es posible, necesite más tiempo de maduración?
Pero como de “no desesperarse” se trata. Aquí van algunas ideas para aprender a disminuir la ansiedad:
- Si hay una espera que se te plantea como eterna, lo mejor es que pidas plazos precisos para saber cuándo tendrás novedades sobre “eso” que te pone tan ansiosa.
- Si ya convivís con esta aflicción, es bueno que busques el método apropiado para reducir tu estrés. Existen técnicas de relajación y respiración, así como actividades físicas como el yoga y las caminatas al aire libre, que ayudan sustancialmente a relajarte.
- Hay algunos cambios en la alimentación que también contribuyen. Por ejemplo: la eliminación gradual del café, chocolate, azúcar, tabaco, alcohol y bebidas que contengan cafeína.
- La consulta con algún psicólogo puede aportar, entre otras cosas, el conocimiento de técnicas específicas para aprender a modificar pensamientos negativos, incluso para tratar el pánico; y para entablar “autocharlas” positivas.
¿Con qué cosas sos ansiosa? ¿Qué hacés para calmarte?
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