viernes, 15 de julio de 2011

El Rodeo/Simón Boccanegra 15jul11


El primer deber de todo preso es fugarse, dicen, pero que lo hagan delante de tanta gente que, se supone, estaba pendiente de lo que ocurría en esa prisión, es algo realmente digno del surrealismo o, lo más probable, de la corrupción


Por: Simón Boccanegra/TalCualDigital
La toma de El Rodeo I y II por parte del gobierno ha resultado una tragicomedia. Todo se inició el 13 de junio cuando dos grupos de presos se enfrentaran entre ellos y del choque resultaran 22 personas muertas.

Cinco días después, la Guardia Nacional intentó poner orden al estilo tradicional: a sangre y fuego. El resultado de tal acción militar fue la muerte de dos integrantes de la Guardia Nacional y 22 heridos, buena parte de ellos también militares. Como se ve, la estrategia gubernamental para tomar el penal varió.

Ese discurso del incapaz ministro Tareck El Aissami de que siempre tuvieron presente el respeto a los derechos humanos, es otra mentira. Lo de ellos no fue puro amor, primero fue puro plomo.

Cuando se dieron cuenta que por ese camino iban al desastre, cambiaron la táctica. El final de todo el episodio se saldó con más muertes, varias de ellas, aparentemente, responsabilidad de algunos presos.

El otro punto a resaltar es la fuga del pran Oriente con algunos de sus lugartenientes. No hay que olvidar que el penal estaba rodeado por cinco mil efectivos militares, según anunció el Gobierno, entre ellos paracaidistas.

Pues entre ese mar de uniformados se coló el delincuente y sus amigos. Hay quienes señalan que su escape fue parte del acuerdo, algo que niega el ministro, pero no explica cómo ocurrió.

El primer deber de todo preso es fugarse, dicen, pero que lo hagan delante de tanta gente que, se supone, estaba pendiente de lo que ocurría en esa prisión, es algo realmente digno del surrealismo o, lo más probable, de la corrupción.

La misma corrupción que ha convertido las prisiones en un tremendo negocio. Al parecer, los pranes no están sólo dentro de las prisiones. Definitivamente, El Aissami quedó desorientado.

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