martes, 2 de febrero de 2010

Fue un show, no fue beisbol

Quien cree que con un show mediático puede ganar en el beisbol está equivocado y Magallanes olvidó los preceptos beisbolísticos para creer que con figuras mediáticas completamente fuera de forma se podía ganar
Por: Alejandro Chacón/Tal Cual
Viendo y analizando las cosas sucedidas en frío, era imposible y sobre todo injusto que el título fuera a parar a los Navegantes del Magallanes.
Para empezar, el equipo Magallanes se bandeó durante la serie final sin la presencia de Pablo Sandoval quien tuvo que viajar a Estados Unidos para cumplir compromisos con su novena en las Grandes Ligas, los Gigantes de San Francisco. El llamado “Kung Fu Panda”, al igual que muchos peloteros, debieron abandonar sus equipos en la pelota venezolana por acudir a esos compromisos obligatorios con sus franquicias en la Gran Carpa. Una situación difícil y que el beisbol invernal, cada vez se ve más perjudicado sin que nada pueda hacer. Pero ese es harina de otro costal, que en otra oportunidad, bien merece ser analizada.
Magallanes y Caracas fueron llevando la serie, tal y como se esperaba: muy pareja en todos los aspectos. Hasta ahí todo bien. En la previa del sexto juego, cuando los turcos iban arriba en la serie 3-2, el presidente de la República, en una de sus cadenas, no aguantó sus ganas y la emoción de sentirse triunfador, en su condición de magallanero, para decir que la noche anterior había llamado al Kid Rodríguez y al manager Carlos García. 
¿Por qué llamar? ¿Para qué? ¿Quién le dio ese derecho? El hecho que sea el presidente de la República no le hace acreedor a creer que puede hacer lo que le dé la gana, como para llamar al manager del equipo de sus amores, que está inmerso y concentrado en plena lucha por conquistar un título. Ser el primer mandatario no le da derecho por encima de los millones de magallaneros que hay en este país. Lo más estúpido fue que el propio García y el pitcher cerrador le recibieran la llamada. Del presidente no extraña ese comportamiento personalista, queriendo siempre ser el centro de la atención, incluso en el deporte. Pero de Carlos García sí. Un manager serio y un pelotero serio,  se hubieran negado a contestar y las razones para ello sobran.  Se imagina usted a Obama llamando a Oswaldo Guillén
Quiéralo o no, ese acto de estupidez no ayudó a las pretensiones magallaneras para ganar. El sólo hecho de llamar, sembró aún más presión en el manager, sumergido en la final, como si no fuera suficiente estar pensando en cada detalle, de cada partido, de cada jugador, de cómo alinear, de cómo hacer las cosas para conseguir el título.  Y para completar, el hecho de que un pelotero quiera jugar, no signifique que pueda hacerlo. Nadie duda de la calidad de Pablo Sandoval y lo que seguro será una larga y fructífera carrera en las Mayores. Pero su traída a Venezuela, además de ser un show barato, no sirvió para un carajo.  O quizás sí, para alimentar la creativa burla de los seguidores caraquistas.
Todo fue una  absurda parafernalia el hecho de trasladarlo en un helicóptero de la Policía Judicial desde Maiquetía hasta el estadio en Valencia, para que llegara hora y media antes del partido. Podía caber una demanda por peculado de uso, utilizar un bien del Estado para otra cosa distinta a la que está asignada. Pero más allá de eso, el Magallanes evidenció muy poca seriedad en caso de la traída de Sandoval. 
Los resultados estuvieron a la vista. El toletero evidenció estar fuera de forma, sin tener el “timing” en su swing como para contribuir a la causa turca. Nunca chocó la bola con fuerza y para mal de colmo fue alineado de tercer bate. Y es que era de suponer que iba a estar así. Sandoval estaba en Estados Unidos cumpliendo compromisos oficiales y no precisamente trabajando en un campo de entrenamiento, que apenas abrirán sus puertas a finales de febrero.  
No es serio que un equipo crea que un pelotero que tiene 18 días sin tomar un bate pueda estar en forma para ayudar a su equipo de un día para otro. No es serio que un equipo crea en salvadores de la patria, en figuras mesiánicas de último momento, cuando horas atrás, estaba metido en actividades ajenas al beisbol, sin haber tenido tiempo para acondicionarse. No es serio un manager que pese a todos estos factores, lo ponga a jugar y lo alinee, nada más y nada menos que de tercer bate, como si eso es suficiente para ganar.
Incluso, hasta se consideró colocar en el roster a Carlos Guillén, otro que no sabe que es tomar un bate en meses. Magallanes apostó por el show y dejó de lado el beisbol, y como es sabido, este deporte castiga a quien lo juega mal.  Por todas estas consideraciones, Magallanes evidenció que no fue una institución seria a la hora de la chiquita. Hubiera sido preferible y digno que, en caso de perder, lo hubiera hecho con sus peloteros humildes, los de toda la temporada, de esos anónimos que no son tomados en cuenta para una primera plana en un diario deportivo.
El resultado final no podía ser otro. Los Leones del Caracas son los campeones. Un título merecido porque lo forjaron con humildad y sacrificio, siempre centrados en los objetivos y ajenos a cualquier tipo de perturbación extradeportiva. Además y lo más importante, dentro del terreno de juego, lo hicieron mejor y nunca bajaron los brazos, aun estando en desventaja en carreras y encuentros. La mejor de la suerte para el Caracas en Margarita en la búsqueda del tercer título individual para los melenudos y el octavo para Venezuela en la Serie del Caribe.  Como dice Salvador Fleján, en la isla tengan cuidado con los helicópteros.  Y para los turcos, a ver si la lección quedó aprendida.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario