domingo, 28 de abril de 2013

I-le-gí-ti-mo

Son tantas las incidencias sumadas a lo largo de los días que en los corrillos se dice que cuando el hoy presidente en duda, salido por las orejas del CNE, le preguntó a uno de sus copartidarios, un comisario famoso por su frenillo, si había ganado, éste le respondió: ­Lo dudo, Madudo...

GREGORIO SALAZAR/TalCualDigital
Es demasiado difícil darle el beneficio de la duda a un gobierno que ha llegado precisamente bajo el signo de la duda, su partida de nacimiento está en duda, su carta astral le traza el rumbo de la duda y su tarjeta de presentación dice dudoso, súper dudoso, más que dudosito...

Hagamos memoria, ¿cómo se ha producido el nacimiento del gobierno de la duda? Uno diría que de forma bastante aparatosa, casi tanto como el parto del extravagante Gargantúa.

Ustedes recuerdan: Gargamella, la madre de aquella criatura todo excesos, lo trajo al mundo después de haberse comido varias palanganas de mondongo de bueyes cebados, "diez y seis moyos, doscientas diez y seis pintas y seis potes", para ser exactos; además en medio del trance alumbrador se le salió el fundamento y la criatura después de correrle por la aorta vino a asomar por una oreja.

Aquello fue por la vía que no era, por el lado que no era y el muchacho nació gritando lo que no era. Y ese parto tan extraño parece que aquí lo han emulado a la perfección.

Las palanganas, por poner un ejemplo, no fueron de mondongo, pero sí de reales contantes y sonantes vorazmente engullidos en una campaña servida opíparamente pero costeada con el dinero de todos los ciudadanos de la comarca, en algunos casos inclusive descontándoselo atrevidamente de sus salarios.

Con el correr de los días van sumándose más y más estropicios: votos más que "asistidos" vigilados; doble, triple y tetracedulados; difuntos de un espíritu ciudadano tan responsable que vienen a votar desde el más allá, homónimos suplantables, huellas planas, electores que están en el exterior pero pueden aparecer votando en El Manteco, testigos que fueron sacados de los centros de votación impidiéndoles ejercer su labor de vigilancia y otros que fueron acosados y amenazados por querer cerrar las mesas a la hora.

Con esas triquiñuelas una candidatura sumó para su costal, y con otras, como cierres de consulados y fronteras e impedimento del voto juvenil, restaron rodajita a rodajita, a la votación ajena. Póngale de ñapa milicia y escuadrones motorizados rojos.

Son tantas las incidencias sumadas a lo largo de los días que en los corrillos se dice que cuando el hoy presidente en duda, salido por las orejas del CNE, le preguntó a uno de sus copartidarios, un comisario famoso por su frenillo, si había ganado, éste le respondió: ­Lo dudo, Madudo...

Especie que la gente echa a volar y a uno no le queda sino recogerla, compartirla con usted y guardarla en el zurrón de las dudas, que ya por cierto está bastante abultado.

Ahora el soberano no quiere aceptar, y con sobrada razón, un resultado que parece logrado "rompiendo y tronchando, pillando y ladroneando", pero las cuatro doñas que lo avalan reducen la discusión a la infalibilidad de las maquinitas contadoras.

Eso es como si usted comprara un kilo de café y le saliera lleno de aserrín, quinchoncho tostado y almendrón molido, y al ir a reclamarle al vendedor éste le replica ofendidísimo que cómo osa poner en duda su báscula importada de microprecisión atómica.

¿Tú no pediste un kilo de café? Bueno, ahí tienes tu kilo súper exacto, ni un gramo más, ni un gramo menos...

Pero se niega a abrir los otros paquetes del café embasurado que tiene en los anaqueles. Ese es el trance en el que estamos. Por lo demás hay otras dudas que deben carcomer a buena parte de los venezolanos, sobre todo a los de atuendo rojo.

Cuando se creía que el gobierno del "mientras tanto" vendría a profundizar el Gran Legado, una obra inmarcesible merecedora de los altares del Olimpo, ahora sólo se le oye hablar de ineficiencia, burocracia, corrupción y de declaraciones de emergencia, al punto que en el sector eléctrico ha renunciado a su cargo uno de los miembros del clan dueño de la franquicia que ha reinado los últimos catorce años. Qué malo fue entonces el gobierno anterior.

El legado independentista, aquel que nos liberó del mardeeeto imperio, también queda arropado por la duda ahora que no solamente le compramos más, sino porque sus maniobras energéticas han echado cuesta abajo el precio de nuestro adorado excremento del diablo.

¿Qué hizo el mandatario ilegítimo con nuestra segunda independencia? Ese último ingrediente, el clásico parto de la abuela, se ha agregado a la crisis de legitimidad, que profundiza la del plano político en medio de la económica: no alcanzan los verdines, las industrias están a media máquina, la inflación va con alas desplegadas, un desabastecimiento angustiante y prolongado y colapso de los servicios.

Nada que se pueda resolver con persecución y militarismo. Pero el gobierno ilegítimo no le atina al orinal. Y eso que es más grande que el de Gargantúa.

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