jueves, 27 de mayo de 2010

Circo y tragedia

Si alguna vez los ecuatorianos se avergonzaron de las payasadas de un tal Bucaram, en funciones de presidente, qué les quedará en el futuro a los venezolanos cuando este drama nacional llamado Hugo Chávez sea analizado con ponderación y alivio 
Elizabeth Araujo/TalCualDigital
El pasado domingo Aló Presidente arribó a los 11 años de su salida al aire. Creado como espacio radial y televisivo para interactuar con el pueblo que se había aferrado entusiasta a su líder con el fin de enfrentar los urgentes problemas económicos y sociales, Chávez necesitó sólo un mes para convertirlo en tarima de sus complejos y odios, para insultar a los opositores y despedir a los ministros, en una suerte de reality show del cual no quedó exento el chiste fácil y el lagrimeo sentimental, hasta llegar a lo que es hoy: un circo.
Si alguna vez los ecuatorianos se avergonzaron de las payasadas de un tal Bucaram, en funciones de presidente, qué les quedará en el futuro a los venezolanos cuando este drama nacional llamado Hugo Chávez sea analizado con ponderación y alivio.
El tema es que ese domingo la prensa relataba la tragedia de una chica de 18 años, asesinada en circunstancias aparatosas y confusas para arrebatarle el celular.
La joven, de familia vasca, preparaba junto a su mamá y hermana, el viaje a España, con la convicción de que sólo el regreso la podía salvar de la experiencia de vivir en un país donde mandan el hampa y la impunidad.
Si todos se conmovieron con el final inmerecido de Estefanía Ledezma Aznar, era obvio que el animador de Aló Presidente hiciera apenas mención del caso. Pero no ocurrió. Desde hace años Chávez está divorciado de la Venezuela que sufre y padece los problemas de la inseguridad.
No hay mejor prueba que la lectura que él mismo hace de los mensajes que ahora le llegan por Twitter y de la expresión de asombro que exhibe ante la calamidad de una familia sin vivienda o un barrio tomado por delincuentes.
A pesar de ese "contacto con la realidad", a Chávez le conviene más hacer de Aló un programa de chistes y canciones, donde da muestra de histrionismo al que se cruzan los discursos latosos y repetitivos, y con un público uniformado, cansado, que continúa allí por cualquier otro motivo que no es precisamente el de querer ser ilustrado.
Sin ánimos para celebrar los once años de su invención mediática, Chávez hizo del Aló Presidente del pasado domingo un trámite obligatorio, un rema
ke de sus viejas actuaciones. Cantó, relató historias personales salpicadas con mentiras y habló como el candidato que ha venido siendo desde que está en Miraflores.
Para Hugo Chávez la crisis ha derivado en una sucesión de silencios; en la búsqueda de culpables cada vez que los errores no logran ser esquivados con excusas; en ataques cada vez más destructivos contra quienes trabajan y producen; o en la enfermiza obsesión por implantar un socialismo que a veces él mismo no sabe explicar.
 Pero de vez en cuando la historia suele no equivocarse. Los gobernantes autoritarios tienden a caer presos de sus tendencias personales, de las urgencias por proyectar su yo que terminan pareciéndose a caricaturas de sí mismos. Y cuando el circo pasa, no queda otro escenario que la tragedia, pero también el desprecio y raras veces el olvido.

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