El diario El Colombiano publicó este lunes su punto de vista sobre los anuncios en materia nuclear del gobierno venezolano. A través de un editorial, la publicación dice que la ONU debería pedir explicaciones.
A continuación el texto: Venezuela nuclear
El acuerdo logrado entre Rusia y Venezuela para que el primero construya una planta de energía nuclear en el vecino país, no dejaría de ser un pacto de cooperación binacional tan respetable como tantos otros, si no fuera por los antecedentes y las demostraciones de provocación, amenazas e incitación a la guerra que se reciben del Presidente Hugo Chávez Frías.
Es más, resulta paradójico que mientras el propio gobierno venezolano no ha podido solucionar la crisis energética de los últimos años, que por el contrario empeora y hoy afecta no menos de 20 estados, ahora se muestre dispuesto a construir una planta nuclear con el argumento de "sustituir la dependencia al petróleo", el mismo que le ha servido para manipular, comprar conciencias, y desafiar a quien se le viene en gana. Con ese manto a misa.
Tan inexplicable como seguir comprando armamento pesado, tanques, helicópteros y fusiles, mientras la violencia urbana en las principales capitales de Venezuela sigue rampante y desbordada. Los fines pacíficos con los que Chávez justificó estas nuevas compras en Rusia son los mismos que prometió cuando buscaba la elección como Presidente y ha incumplido como Jefe de Estado en ejercicio. El Comandante nos acostumbró a que hay que creerle todo lo contrario a lo que dice.
Lo que no es ni será aceptable es que Chávez, acostumbrado a blindarse con su propio ego, desconozca que hay reglas de juego internacionales que hay que cumplir y una de ellas tiene que ver con el uso y producción de energía nuclear. A menos que, como su gran amigo Mahmud Ahmadineyad, de Irán, el Presidente de Venezuela crea que el mundo es él.
Como nosotros no lo creemos ni lo aceptaríamos, la ONU haría bien en pedir explicaciones claras, que no las hay, sobre los verdaderos alcances y objetivos de producción nuclear en Venezuela. Es más, ni siquiera la ONU. Quisiéramos ver la vehemencia y prontitud de Unasur para actuar en este caso, pues ahí sí está en riesgo la estabilidad regional que tanto demandaron algunos de nuestros vecinos cuando Colombia quiso ampliar el acuerdo de seguridad y defensa con Estados Unidos.
Ahora que Colombia hace parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como miembro no permanente, es urgente comenzar a debatir con los demás países la conveniencia de llevar este tema al pleno de la organización.
Hemos abogado por las buenas relaciones con todos los países y respetamos la autonomía que le asiste a cada uno de ellos para definir con quién, cómo y cuándo hace sus negocios. Pero cuando está en juego la seguridad nacional de otros, lo mínimo es exigir que se respeten los protocolos y las normas fijadas y aceptadas por los miembros de Naciones Unidas.
La animadversión de Chávez contra el gobierno de Estados Unidos, y algunos de sus socios estratégicos en América Latina, no puede ser excusa para que Venezuela quiera reactivar el retorno de la llamada "guerra fría" en la región.
Las buenas relaciones entre Rusia y Venezuela, que ojalá se mantengan, no pueden ir en contravía de los esfuerzos de la comunidad internacional por una paz firme y duradera para todos.
Es más, resulta paradójico que mientras el propio gobierno venezolano no ha podido solucionar la crisis energética de los últimos años, que por el contrario empeora y hoy afecta no menos de 20 estados, ahora se muestre dispuesto a construir una planta nuclear con el argumento de "sustituir la dependencia al petróleo", el mismo que le ha servido para manipular, comprar conciencias, y desafiar a quien se le viene en gana. Con ese manto a misa.
Tan inexplicable como seguir comprando armamento pesado, tanques, helicópteros y fusiles, mientras la violencia urbana en las principales capitales de Venezuela sigue rampante y desbordada. Los fines pacíficos con los que Chávez justificó estas nuevas compras en Rusia son los mismos que prometió cuando buscaba la elección como Presidente y ha incumplido como Jefe de Estado en ejercicio. El Comandante nos acostumbró a que hay que creerle todo lo contrario a lo que dice.
Lo que no es ni será aceptable es que Chávez, acostumbrado a blindarse con su propio ego, desconozca que hay reglas de juego internacionales que hay que cumplir y una de ellas tiene que ver con el uso y producción de energía nuclear. A menos que, como su gran amigo Mahmud Ahmadineyad, de Irán, el Presidente de Venezuela crea que el mundo es él.
Como nosotros no lo creemos ni lo aceptaríamos, la ONU haría bien en pedir explicaciones claras, que no las hay, sobre los verdaderos alcances y objetivos de producción nuclear en Venezuela. Es más, ni siquiera la ONU. Quisiéramos ver la vehemencia y prontitud de Unasur para actuar en este caso, pues ahí sí está en riesgo la estabilidad regional que tanto demandaron algunos de nuestros vecinos cuando Colombia quiso ampliar el acuerdo de seguridad y defensa con Estados Unidos.
Ahora que Colombia hace parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, como miembro no permanente, es urgente comenzar a debatir con los demás países la conveniencia de llevar este tema al pleno de la organización.
Hemos abogado por las buenas relaciones con todos los países y respetamos la autonomía que le asiste a cada uno de ellos para definir con quién, cómo y cuándo hace sus negocios. Pero cuando está en juego la seguridad nacional de otros, lo mínimo es exigir que se respeten los protocolos y las normas fijadas y aceptadas por los miembros de Naciones Unidas.
La animadversión de Chávez contra el gobierno de Estados Unidos, y algunos de sus socios estratégicos en América Latina, no puede ser excusa para que Venezuela quiera reactivar el retorno de la llamada "guerra fría" en la región.
Las buenas relaciones entre Rusia y Venezuela, que ojalá se mantengan, no pueden ir en contravía de los esfuerzos de la comunidad internacional por una paz firme y duradera para todos.
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